Hoy es
Miércoles de Ceniza. Comienza la Cuaresma, la Santa Cuaresma. Tiempo de
conversión , de reflexión, de meditación en silencio. Y eso es lo que este blog
va hacer durante este tiempo, callar y pensar en la cercanía de la fiesta que
da sentido a la vida del cofrade.
Y para meditar,
¿qué mejor que mirarnos en la Virgen que parece meditar en silencio, en la
Virgen de la Soledad, precisamente hoy que nos acerca su mano para que la
besemos?
Con este artículo que aparece en el boletín de la
Real Hermandad de Nuestra Señora en su Soledad quedamos emplazados para
celebrar la Pascua Florida de Resurrección, motivo último y razón de nuestra
Fe.
Hasta entonces, feliz y provechosa Cuaresma...
Y aunque parezca una contradicción, gloriosa y feliz Semana Santa. A todos.
Pocas imágenes habrán quedado tan imborrablemente
grabadas en las retinas y en la memoria de los onubenses como la de la Virgen
de la Soledad dispuesta en su paso para el Acto de Fe y posterior Procesión
Magna, que malogró la lluvia. Pocas veces hemos visto tan sublimada la belleza
de esta imagen, difícil tarea cuando siempre se nos muestra inmensamente
hermosa.
Pero en este pasado mes de octubre, de agridulce
recuerdo, los priostes de la hermandad dieron plenamente en la diana, acertaron
de lleno a la hora de presentar a la
Virgen ante sus fieles, a los cofrades y al Pueblo de Dios en Huelva.
En esta ocasión, el Calvario del paso donde siempre
se ha alzado esta portentosa imagen se transfiguró en altar, en figurado
retablo dispuesto a itinerar. Sobre la peana de madera tallada y dorada, que
más parecía un sucinto presbiterio para el altar de la Cruz, la Virgen se
instituía sobre ella como la mesa propicia para el sacrificio. Sobre sus manos,
patenas de nácar, una ofrenda de clavos y espinas; y su pañuelo, largo,
inmenso, como su llanto. Sobre su pecho , la espada de plata flameante que
hiere su Divino Corazón.
No le faltaba ni le sobraba absolutamente nada. Su
tocado entretejido con hilos antiguos y sabor de siglos, sabiamente plegado,
ponían un sutil marco de tisú a la sublime belleza de su rostro de marfil satinado, y con una
toca tan transparente que matizaba el ébano rozado por el tiempo de su
personalísimo manto, regio de castillos y leones , de granadas y de lises de
Francia.
Las flores en las jarras que custodiaban a la Virgen
y en el friso que ceñía el perímetro de la canastilla era una armoniosa locura
de tonos morados, malvas y rosas que aportaba al paso una policromía que
completaba una imagen de ensueño, que muchos queremos que se repita.
Viéndola de esta manera, tan renovadamente clásica,
tan actualmente añeja, y como en la canción La Saeta de Serrat, el paso de la
Soledad anda desde entonces pidiendo escaleras que completen, con el sudario
y la personalísimo detalle de la soga,
tan de Ella, los elementos que arropan a la Cruz desnuda.
La Soledad volvió a demostrar que las cosas bien
hechas le gusta a todo el mundo y crean afición, y devoción. Y que Huelva sabe
apreciar la excelencia en las cofradías
a tenor de los comentarios unánimes, que mira que eso aquí es difícil,
que causaba la visión del paso así presentado, hasta el acierto en el tono
burdeos sanguino de los faldones.
Y es que esta hermandad de la Soledad, la que los
mayores de la hermandad del Nazareno llamaban cariñosamente "La
Chica", carne de nuestra carne, ha vuelto a demostrar que es capaz de
reinventar un paso para la Virgen, porque nunca vimos una Soledad más sublime,
y que ya no olvidaremos, como la Soledad que vimos en octubre por el Año de la
Fe. La fe que ponemos en que vuelva a repetirse.