Se equivocó el poeta cuando afirmaba que "jamás
durará una flor dos primaveras". Es evidente que no conocería a la Virgen
de la Esperanza. Porque ahí está La Bendita Rosa de San Francisco con setenta y
cinco primaveras tan hermosa, tan lozana y tan fragante como el primer día. Su
radiante esplendor permanece inalterable con los años porque el tiempo en Ella
es solo el testigo, el patrón de oro iridiado con el que aquí, en la Tierra de
María Santísima, medimos la belleza de la Madre de Dios.
En un principio, hace más de un siglo, las viejas
raíces de la Hermandad de San Francisco, que ni el fuego de una cruenta Guerra
Civil logró destruir, alimentaron con
fuerza el dramático llanto en la inmensidad de los ojos de aquella inolvidable Virgen
del Mayor Dolor. Pero pronto supieron
elaborar una renovada savia que haría florecer para siempre una nueva y definitiva
Esperanza. Y desde que brotara esta Bendita Flor hace ahora setenta y cinco
años, Huelva sostiene con Ella desde entonces una eterna e imperecedera alianza
de amor, devoción y cariño.
Y para conmemorar tan jubiloso aniversario, este
incipiente otoño de luz recién vendimiada se tornará plena y florida primavera,
tiempo de Esperanza regalado, Adviento extraordinario, Miércoles Santo
recreado.
Por ti, solo
por ti, octubre se hará abril. En cuanto tu palio cruce el dintel de tu templo,
la fragancia de canela nueva, de manzana verde, como el color de tu manto, y de
brisa salina que te adorna, inundará nuestras calles con su mejor perfume,
equidistante, a medio camino, entre los jazmines y damas de noche del varano y
los pensamientos y crisantemos de noviembre. En definitiva, volverá a florecer,
como desde hace tres cuartos de siglo, La Flor de San Francisco. Y es que en todo
este tiempo la Virgen de la Esperanza siempre tuvo muy buenos jardineros.
Por eso, para que nada extrañes, para que nada ni a
nadie eches de menos, en esta gloriosa y gozosa procesión del sábado en el día
de San Francisco de Asís, Carmen Jurado ya está revisando la nómina de hermanos
para que no falte nadie.
Por ti, Áncora Bendita de Salvación, en mitad de la
calle Miguel Redondo, ecuador del sueño verde cada Miércoles Santo, Pepita
Cuaresma trajina poniendo un foco con pantalla de aluminio para alumbrar,
cuando pases, la vieja estampa en blanco y negro de tu perfil velado por una
mantilla blanca.
Por ti, Esperanza Triunfadora, para cuajar de
claveles rosa los costeros de tu paso, Ramón López vuelve a pedir las copas del
Recreativo, como si fueran de plata de indias y estuvieran guardadas en las vitrinas
de la sacristía mayor de la más rica catedral.
Por ti, Esperanza Marinera, Dios te Salve, D. Carlos
anda buscando metáforas para mejorar la más perfecta definición que nadie haya
hecho nunca de los ojos de la Virgen, cuando él mismo te llamó "la Virgen
de los ojos color miel". A ver quién lo supera.
Por ti, Esperanza de quien espera, en la calle Palos,
D. Evaristo y Dña. Cresencia Martín te
vuelven a abrir su casa y preparan una humilde alcoba real para que en ella
puedas soñar de nuevo tus viejos sueños de capilla propia, de palacio merecido,
donde en su bóveda de ladrillos obsequiados resuena el eco de la voz de Radio
Juventud de España en la Operación Esperanza.
Me dicen, Esperanza de los Desterrados, que hay en
el aire escondidos en el revuelo de gallardetes verdes con anclas de oro, de
colgaduras, de guirnaldas, un rosario de lágrimas de jesuitas y de canónigos
expiando en el limbo de la injusticia tu cruel exilio, tu injusto destierro, y
que Tú, Señora Madre de Nuestra Santa Iglesia, con tu sonrisa de lágrimas
saladas ya has perdonado.
Por ti,
Señora de la Añoranza, tejen redes de oro para llenarlas de flores los vecinos
del viejo Brasil que un día partieron rumbo a tu Puerto Seguro en una certera
singladura para entrar en la Celeste Morada.
Me cuentan que por ahí anda Lazarito aferrado al
Libro de Reglas, aferrado a su certera Esperanza.
También por ti, claro y nítido Espejo de la Esperanza, sé que ángeles ceramistas
colocan retablos por tu itinerario con tu imagen sagrada para que en ellos te
puedas mirar cuando salgas este sábado santo de verdadera gloria.
Y que por ti, solo y siempre por ti, Esperanza
Verdadera, sale por entre los visillos de un balcón, alto y abierto al
infinito, la voz de Manola Sánchez que prepara el prodigio de su garganta de
ángel flamenco para decirte con su mejor saeta por seguirillas rematadas con un
martinete de ensueño, como un capote de brega que se repliega después de un
lance magistral, que "eres morena y huelvana, de San Francisco la Flor y
en la Merced Soberana, Tú eres la Madre de Dios , Lucero de la Mañana"....
Y si por casualidad este sábado vierais acercarse al
paso a un nazareno de raso verde, dejadlo pasar, es Juan Manuel que bajo la
capa mejor cortada de toda la cofradía lleva guardada toda su sabiduría
cofrade, todo su amor esperancista, tanto que no sé ni cómo le cabe entre sus
pliegues...
¿Ha tenido o no ha tenido la Esperanza buenos
jardineros que cuidaran de Ella, de sus pétalos casi de nácar, casi de cera?
Tantos y tan buenos que hasta la misma Virgen se
hizo a su vez jardinera para cuidar como solo una Madre sabe hacer a Jesús
Nazareno que quiso durante un tiempo vivir bajo su amparo. La Rosa blanca de
San Francisco cuidando al Lirio morado de la Concepción.
Por eso, hermanos de la Esperanza, para que podamos
agradecerle tantas cosas, prestadnos por unas horas a esta sublime azucena,
dejadnos que con vosotros la cuidemos,
la reguemos con nuestras salves, con la humedad de las lágrimas de emoción, de
gratitud, de súplicas, que como siempre que pasea en triunfo por las calles de
Huelva brotarán a su paso.
Dejadnos, por Dios, que en el sueño revivido de una
tarde de abril en octubre, seamos por unas horas jardineros de la más hermosa y
más querida Flor de San Francisco. Que rememoremos aquellas inolvidables tardes
de aquellos meses de junio en el que la
ciudad te entregó su medalla más valiosa; y aquella otra en la que por primera
vez se coronaba canónicamente el dolor de una Virgen en Huelva.
Dejad que como siempre nos rindamos de amor ante la
belleza de tus perfiles, de trigo granado, de uvas doradas por el sol de
septiembre, y que en este otoño florido Huelva vuelva a
sentirse en la misma Gloria al lado de su más hermosa e imperecedera Esperanza.