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miércoles, 11 de enero de 2017

EL IMPERIO DE LA MEDIOCRIDAD




Desgraciadamente, el mundo de las cofradías se parece cada vez más al de la política. Y lo mismo que ahora en España se vaticina un fin de ciclo político, en ciertas cofradías parece ocurrir lo mismo.

Algunas de las juntas de gobierno  que actualmente rigen los destinos de nuestras hermandades que surgieron  de la confrontación con otras candidaturas, como en política, van acabando su ciclo, digámoslo suavemente en términos futbolísticos, pidiendo la hora. Esto no es lo que ellos creían. Por más experiencia que tuvieran como integrantes en anteriores juntas, no parece haberles salido bien.

Si conocían, si creían conocer este submundo cofrade; si se encontraron con una economía saneada; si nadie presentó oposición a su labor (seguimos con la política); si contaban con la bendición de sus párrocos o directores espirituales, ¿qué ha fallado?

En su mediocridad se formaron juntas desde el rencor, con oficiales cuyo único mérito y aval era haber estado enfrentado a los que hasta entonces dirigían la hermandad. Destituyeron a personas idóneas de los cargos de confianza por la misma y única razón, sin buscar, en su cortedad de miras , lo mejor para la hermandad, sino la venganza pura y dura. Estas nuevas juntas que se formaron desde el odio más visceral (me duele escribirlo así, pero es lo que siento) a quienes paradójicamente de verdad se habían dedicado con el alma y la vida a sus hermandades. Y los celos, y cierto complejo de inferioridad  se encargaron de hacer el resto: borrar cualquier vestigio  de lo anterior, por muy bueno que fuera, como hacen los políticos cuando llegan al poder. Pero se equivocaron de enemigo. Lo tenían dentro, y no se daban cuenta. Las cofradías están llenas de víctimas del fuego amigo.

Para colmo de sus males, aquellos que les habían jaleado y animado a presentarse, cuando se encontraron con la cruda realidad de dirigir una hermandad, a muchos sin gustarles ni interesarles esto, y se percataron de las intenciones que  verdaderamente animaron a presentar una junta, fueron abandonando el barco. Y se tuvieron que conformar con lo que había, aún perdiendo autoridad, y con la amenaza de dimisiones, cuando no de bronca cada reunión del cabildo de oficiales. Mientras que con la inercia que llevaba de anteriores juntas las hermandades fueron avanzando, no hubo conflictos. Pero en el momento que dependió de la iniciativa de las nuevas, el panorama cambió y llegaron los problemas.

Sigo sin entender qué lleva a algunos cofrades a estar en una junta de gobierno sin saber ni gustarles esto. ¿Relieve social? No lo creo, ¿qué es hoy en la sociedad onubense un hermano mayor? No quiero pensar que unos minutos de pantalla en alguna televisión local, o un pie de foto en algún periódico...¿El orgullo mal entendido? ¿Un sentido mesiánico de salvación de la hermandad que según ellos estaba abocada al desastre?

El trabajo, la dedicación, la entrega abnegada es lo único que debe mover a alguien  a pertenecer a una junta, y a la vista está (no se puede generalizar) que no ha sido así. Y ahora están probando o van a probar de su propia medicina en los procesos de sucesión de los sucesores.

Con todo esto, lo peor es esa masa silenciosa (política pura) que calla y mira para otro lado. Que ve por la calle al anterior hermano mayor y se cambia de acera por no saludarle, cuando antes le tendía alfombra roja y lo halagaba hasta el empalago. Que sabe que lo que antes se hacía con ilusión, con brillo, con preparación, con entendimiento, ahora se hace de cualquier manera, o simplemente no se hace. Calla cuando cambian, no se sabe bien por qué razones, fechas, cultos, actos, que antes tenían el reconocimiento cofrade en general. Que se ha retrocedido en aspectos de la hermandades  que costó años y esfuerzo lograr. Que saben que querer contentar a todos como pago a los favores prestados en las anteriores elecciones, en una hermandad no se puede hacer, a lo mejor en política sí.



Con estas actitudes hemos logrado vulgarizar la celebración. Es el reino de los mediocres. Todo lleva una pátina gris, un color tan poco cofrade que solo luce en los buenos tocados de encajes de Bruselas.

 Ahora muchos se lamentan y claman por la unidad comprendiendo que con su actitud provocaron una incipiente división que cada día se hace más profunda y más difícil de reconciliar. Ojalá se consiguiera y rezo por ello.

No todo el mundo es igual, evidentemente. Y hay quien desde dentro habrá luchado por cambiar esta situación tan anómala, y hubiera querido que las cosa no hubieran sido así. Y llegará  algún momento en el que  habrá que pasar página. Pero hoy por hoy esta es la realidad, al menos la que yo percibo.

Como decía un querido y recordado párroco : “Luego divina”. Si aún  así las cofradías está engastadas en el alma de la ciudad, no cabe duda de que al igual que la Iglesia, de la que forman parte , tienen origen divino, y deben estar bendecidas por Dios. De no ser así ya se hubieran disuelto como la sal en el agua.

1 comentario:

  1. Muy buen análisis. Pero me temo que la realidad es aún más compleja y dura.

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