No creo que nadie pueda extrañarse ni poner en duda que a lo largo de la historia las cofradías de Sevilla han servido de modelo para las de Huelva. Sea porque hasta hace relativamente poco fuimos una misma diócesis, concretamente hasta el año mil novecientos cincuenta, o sea porque ahora Internet y la A-49 nos lo hayan puesto en bandeja, intentamos (otra cosa es que lo consigamos) que nuestros pasos se parezcan a los de Sevilla y anden como ellos; organizamos cultos y actos como los de ellos; y hasta vestimos a nuestras Vírgenes como las de ellos.
Y es lógico que así sea, pues no puede haber mejor modelo para un cofrade que procure lo mejor para su cofradía que aspirar a la perfección y el esplendor que alcanza una cofradía sevillana. Y sin que esto deba suponer ni un ápice en la renuncia a la propia personalidad de cada una de nuestras hermandades y anteponiendo por encima de todo la devoción a nuestras imágenes, que esto es cosa del corazón y el corazón, en estos casos, no entiende de estéticas ni de estilos cofrades.
No reconocer en Sevilla la principal fuente de donde mana la estética cofrade sería seguir instalado en un provincianismo que ya creo felizmente superado. El aldeanismo es una enfermedad que se cura viajando, viendo, aprendiendo de quienes pueden ampliar tus conocimientos, sea en Sevilla o donde sea; pero reconozcamos que en materia de cofradías Sevilla es adelantada y avanzada punta de lanza. Negarlo sería como si el enamorado de la pintura universal se negara a ir al museo de El Prado, primera y mejor pinacoteca del Mundo, porque es de Madrid. Pero cuidado, todo lo que nos viene de fuera tampoco tiene porqué ser lo mejor, ni siquiera ser bueno…Ni mucho menos.
En el año mil novecientos ochenta y nueve, el antes admirado y ahora criticado en ciertos círculos cofrades por considerar sus escritos lacrimógenos y almibarados, el siempre recordado y querido Rvdo. P. D. Ramón Cué Romano, S.J., al pronunciar el pregón de las Glorias de María, en su brillante alocución advirtió proféticamente uno de los muchos males que empiezan a amenazar a la Semana Santa de Sevilla (otros ya están consolidados). Supo vislumbrar una Semana Santa, la de Sevilla, que empezaba a perder sus auténticos valores. Entrevió la posible banalización de una fiesta religiosa que podría perder precisamente esa acepción, la de religiosa, y quedarse solo en fiesta. Parece increíble que una persona, que además no era de Sevilla, llegara a comprender tan a la perfección el mundo, tan especial, de las cofradías. Vaticinaba una fiesta que paulatinamente se iría desposeyendo de su autenticidad, como hasta entonces, según él, tenía. Dijo hace veintidós años, aquel día de mayo, que “ emerge una semana santa desprovista del elemento cristiano. Entre unos y otros pueden conseguir que los sevillanos acaben jugando a las muñecas con vírgenes, sayas y coronas”. Evidentemente no se ha llegado todavía a tanto. Pero no cabe duda de que estamos en el camino.
Según el Padre Cué, empezaban a hacer su aparición por las cofradías quienes solo veían en ellas motivo de fiesta y superficialidad. No me digan que este sacerdote, amén de tener el don de la escritura y de la palabra, no tenía también el de la profecía. A poco que observemos a nuestro alrededor comprobaremos que esa situación, si no ponemos los medios necesarios, pronto será una rotunda realidad. Si no, echemos un vistazo a la prensa cofrade, a los programas de televisión; agudicemos el oído en las tertulias cofrades, incluso en las mismas casas de hermandad y descubriremos lo que verdaderamente interesa de las cofradías: lo que menos interés debe tener.
Y no salgo de mi asombro cuando leo en ese pregón de las Glorias estos desasosegantes, pero premonitorios versos:
“Quieren enterrar tu espíritu,
quieren montarte otra feria.
Se mofan tras las esquinas.
Se dan codazos de juerga:
Mira a Sevilla, con vírgenes,
Cómo juega a las muñecas”.
Y lo peor del caso es que no ha hecho falta que esta, digamos, nueva realidad cofrade nos llegara a paso mudá por la A-49; nosotros solitos hemos sido capaces y capataces de formar en Huelva a cofrades como los que proféticamente predecía el Padre Cué para Sevilla, los que consideran a las cofradías como una asociación “lúdica” de fieles, donde se emocionan con lo superfluo pero olvidan (o desprecian, e incluso ponen en tela de juicio) su esencia religiosa, que es lo que le debe dar el auténtico y verdadero sentido a su existencia.
En esto sí que nos cabe el dudoso honor de poder compararnos con Sevilla. Con la de cosas que hay donde poder mirarnos, a lo que poder aspirar cofradieramente, y nos vamos a parecer en esto. Qué pena.