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jueves, 2 de febrero de 2012

UN NO IMCOMPRENSIBLE

Vaya por delante que la decisión  adoptada en el cabildo general de hermanos de una cofradía reglamentariamente convocado y celebrado es sagrada, incuestionable. Aunque no necesariamente tenga que ser incontestable.

Nos guste o no, la decisión soberana tomada por los hermanos de una corporación constituidos en asamblea debe ir a misa. Lo triste, lo malo, lo verdaderamente incomprensible, es que a veces la decisión de un cabildo vaya en contra de los propios intereses de la hermandad.

Habéis acertado si pensáis que me estoy refiriendo a lo sucedido en el cabildo extraordinario que la junta de oficiales de gobierno de la hermandad de los Judíos, la querida hermandad de la Merced, convocó pidiendo autorización para iniciar los trámites de la coronación canónica de María Santísima de los Dolores, su sagrada titular.

No puedo saber lo que allí ocurrió, ni escribir con conocimiento de causa, ni sé qué motivos  (a lo mejor respetables) habrá llevado a que mayoritariamente los hermanos de la cofradía Servita hayan votado que no a la (en un principio ilusionante para cualquier hermandad) labor de conseguir la Coronación Canónica de su imagen mariana, máximo honor dispensado por la Iglesia para un icono de la Virgen. Pero no me negarán que es cuanto menos desconcertante, y sospechoso.

De unos años a esta parte  (no es el primer caso) se han desarrollado cabildos generales  donde han sido rechazadas propuestas presentadas por la junta de gobierno por el mero hecho de oponerse a su gestión, aunque la hermandad salga perjudicada, y aludiendo a cualquier motivo, como pueda ser un defecto de forma al convocarse el cabildo que incluso puede ser verdad, pero no nos engañemos, los motivos no son otros que tumbar al hermano mayor de turno, mostrar músculo de un grupo de “indignados” y por medir las fuerzas de ese grupo en el seno de la hermandad ante unas futuras elecciones, por reventar el cabildo vamos.

Una vez más los cofrades mostramos nuestra verdadera cara. Otra vez las hermandades copian a los políticos que votan a favor de su partido (que viene de parte) y no por el bien general, que en este caso sería la hermandad. Anteponemos nuestro  sectarismo y nuestro ego al bien colegiado.

La Coronación Canónica de la imagen de una cofradía debe suponer una empresa donde confluya toda la fuerza y todo el entusiasmo de sus hermanos trabajando por el mismo fin, aunando voluntades, haciendo realidad cada día ese ilusionante proyecto, caminando juntos tras un mismo fin, construyendo a la hermandad, no destrozándola reventando los cabildos, remozándola desde sus mismos cimientos, y haciéndose merecedores de esa sagrada distinción para su titular. Y lo que es más importante, consiguiendo el reconocimiento de la sociedad, de los que nos ven desde fuera que no entenderían  una Coronación (y en los tiempos que corren, menos) donde solo transcendiera una ceremonia, más o menos solemne, y la consabida procesión extraordinaria de regreso.

Porque vamos a dejarnos de milagritos reconocidos, de antigüedades demostradas y de contrastada devoción a una imagen. Hoy en día se corona a una Virgen si la hermandad de la que es titular es capaz de llevar a cabo una serie de condiciones (la obra social debería ser la primera)  que en nada tienen ya que ver con estos trasnochados requisitos, sino con el trabajo en unión que demuestren con sus hechos que la hermandad es válida para la Iglesia (y para el Mundo) en el siglo XXI.

Por eso hay hermandades que actualmente, y de momento, no podrán ver coronadas sus imágenes marianas por esa división impropia en un grupo de hermanos y de católicos que harían imposible cumplir con la hoja de ruta de toda una Coronación Canónica. No por otra cosa.

Insisto que hablo sin conocer lo que realmente haya podido pasar en el cabildo de los Judíos. Tengo amigos apreciados en esa para mí muy querida hermandad de la Virgen de los Dolores (fue la primera imagen que tuve el honor de vestir, y eso marca), seguro que algunos a favor y otros en contra de la coronación, que espero algún día me puedan aclarar lo ocurrido, porque no le encuentro explicación alguna. Aunque me las malicie.

Que la Virgen de los ojos más oscuros, la del llanto más profundo y la mirada más triste, a la que ya Dios nuestro Señor coronó en el Cielo pero que, al parecer, nosotros no queremos coronar en la Tierra, nos perdone. Señora, Tú ya sabes cómo somos los cofrades. Mater Dolorosíssima, ora pro nobis.

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