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jueves, 9 de enero de 2014

FUEGO EN SANTA MARINA

Está clarísimo que si hubieran querido, esos hijos de la gran puta señores que en la madrugada del pasado día cinco le metieron fuego al templo de Santa Marina, en Sevilla, y que solo chamuscó las puertas de la iglesia, a estas horas esa antigua joya gótico-mudéjar que cobija a la hermandad de la Resurrección sería un montón de cenizas. Pero tranquilos que no, que no era esa su aviesa intención. Solo la querían quemar..... un poquito. Gracias a Dios, no ha pasado nada... O casi nada. Pero son ya muchas mijitas juntas que van colmando el vaso de la paciencia.

Cuando pintarrajearon el azulejo de la Macarena, o la puerta del Ángel; cuando aparecieron amenazas en la Magdalena, esas tan simpáticas de "arderéis como en el 36"; o "la mejor iglesia es la que arde", y sobre todo cuando agredieron a la mismísima imagen del Señor del Gran Poder, desde todos los ángulos, desde dentro y desde fuera, se pidió prudencia para no crear alarma social, y creo que juiciosa y acertadamente. Pero todo va teniendo un límite. Ya se sabe: tacita a tacita...

Entiendo que recurrir a un discurso incendiario, nunca mejor dicho, contra estos cabronazos lo único que puede llegar a conseguir es cabrearte contigo mismo y más si se atiende a las declaraciones tan comedidas y políticamente correctas realizadas por la prensa y máximos responsables cofrades. Tan blanditas como inútiles. Tan prudentes como ineficaces.

Que la prensa morada, el hermano mayor del Resucitado, el presidente del consejo y el delegado del arzobispo para las cofradías para condenar el atentado al sagrado recinto tengan que decir que no se concibe este daño a una hermandad tan humilde y que está haciendo tantas obras de caridad con los 
necesitados del barrio, no es más que utilizar el lenguaje buenista que nos está llevando, por conciliadores, a situaciones como estas, como si a estos energúmenos les importara un carajo la labor social de las cofradías, como si esto que han hecho en Santa Marina pudiera estar justificado en hermandades mayores, o más antiguas, o menos solidarias.

Este terrorismo de baja intensidad, o dicho ya de una vez y hablando claro, estos incipientes hechos guerracivilistas no se pueden combatir ni frenar poniendo la otra mejilla ni con el sana, sana, culito de rana de buenas y conciliadoras palabras. Ni eso, ni así (ni de ninguna otra manera) la ley los van a detener.

Nosotros tenemos la razón, en esta película que se está reponiendo ya demasiadas veces, como en sesión continua, se supone que nosotros somos los buenos. Por eso me quedo perplejo cuando leo comentarios diciendo literalmente que la causa de este atentado la tienen los políticos que defienden la ley contra el aborto (sic), aunque esto del aborto en el pensamiento cofrade también merecería un comentario aparte.... O porque la Iglesia es para estos dementes, sean de la ideología que sean (aunque ellos mismos se denominen de ultraizquierda) la causa de todos los males que azotan a Andalucía, España y la Humanidad. Y he notado silencio, mucho silencio en las redes sociales. ¿Se imaginan ustedes la que se hubiera liado, y con razón, si esta puerta chamuscada hubiera sido las de la sede de un partido político, unos más que otros; o peor aún, la de algún sindicato?  Pero no, preferimos ignorar a la entidad que más hace por los necesitados, como si no fuera con nosotros, ¿se imaginan el grado de crueldad que hubiera alcanzado la actual crisis sin los comedores sociales de la Iglesia? Aunque esto, al parecer, a nadie le importa, ni nosotros mismos lo valoramos....

Pero claro hablamos de una iglesia, con minúscula, la de Santa Marina; y de una Iglesia, con mayúsculas, la Católica, y desde fuera de ella, y desde dentro, que es lo que más asombra y duele, se mira para otro lado, se intenta, si no justificar (hasta ahí podríamos llegar) al menos quitarle hierro al asunto, que en otros asuntos no se le quitaría. Y repito que no es cuestión de levantarnos en armas (¿contra quién, si los de dentro a veces somos peores, si hasta habrá alguno que piense que la iglesia se merece este trato, que tampoco es para tanto, que no es para ponerse así?), ni de desmayarnos como duquesas ofendidas. Pero al menos mostrar indignación con lenguaje claro y contundente, y reconocer claramente al enemigo, que no tengo yo muy claro que lo tengamos meridianamente claro.

Estas historias suenan a ya vividas, a ya leídas en el magnífico libro de Nicolás Sala titulado "Sevilla en los tiempos de los Anti-Dios", de encarecida e indispensable lectura para entender ciertos paralelismos actuales. Esto vivido recuerda demasiado a historias contadas por los abuelos; a bueno, sí, pero eran otros tiempos y ahora no ocurrirá nada. Aunque esos mismos abuelos estén hartos de decirnos que por menos de esto se lio la que se lio en el 36. Y nosotros, como tantas veces en cuestiones de defender a la Iglesia, viéndolas venir...Y sin hacer nada contra estos que se autodenominan adalides de la  tolerancia (y algunos cofrades hasta se lo creen).

Y lo siento por aquellos nostálgicos de otros tiempos que les encantaría salir ametralladora en mano para empezar a arremeter contra todo lo que se menee y lleve bandera tricolor, o roja, añejas de hoces, viejas de martillos y renovadas, al parecer, en el reciente uso de latas de gasolina para incendiar templos.

 No se trata de eso. El problema, el gran problema de España es la educación, mucho peor que el estrictamente político, aunque tenga relación, educación que llevada al campo de la religión se traduce en un odio ancestral a la Iglesia aventados en la incultura impartida por un falso progresismo de filósofos con rastas y litronas en la calle y de corbata y pantalón de pana con chaqueta de coderas en las universidades, con nuestra indiferencia general, cuando no el aplauso, disimulado, o no tan disimulado. Y estas agresiones a los templos son obra de cuatro majarones criados en ese caldo de cultivo. Cuatro majarones..... de momento.

Leído esto, estáis en vuestro derecho de pensar que este pensamiento está escrito con un lenguaje viejuno, carcamal, reaccionario, clerical, por supuesto facha, beato, meapilas y todo lo que queráis. Pero es lo que pienso y me remordería por dentro si me callase. Que ya está bueno lo bueno, ¿o todavía no?

Y es que a veces se escribe con miedo. Porque Martin Luther King tenía toda la razón cuando decía que para tener enemigos no hace falta declarar ninguna guerra, solo basta con decir lo que se piensa. ¿A que sí?

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