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miércoles, 30 de octubre de 2013

LA CRUZ DE HALLOWEEN

Con el trabajito que le ha costado a la Iglesia cristianizar durante siglos las fiestas paganas para que ahora de golpe, y a inusitada velocidad, empecemos a recorrer el camino inverso.

En esta desnortada y desnaturalizada sociedad española ya nada es lo que parece. Nos hemos ido encargando de que el día del Pilar sea ahora el Día de la Fiesta Nacional, a los niños se les intente dar vacaciones de invierno por Navidad, de primavera por Semana Santa, y porque les salió mal y no pudieron (con la Conferencia Episcopal hemos topado) si no hoy celebraríamos la Constitución el seis de diciembre y ya hubieran suprimido el día de la Inmaculada Concepción, por cierto, Patrona Principal de España como bien ignoran nuestros queridos políticos y ciudadanos en general.

Pero donde alcanzamos nuestro máximo grado de catetismo, la cumbre de nuestra  gilipollez, el cénit de la bobaliconería, es en la celebración del solsticio de verano, solo superado de manera clamorosa, con la estupidez elevada al máximo exponente, al climax de la horterada, con la celebración de Halloween.

Bien está que la sociedad de consumo dicte sus normas y nos obligue a comprar lotería de Navidad (¿y si cae aquí?) en las casetas de colombinas, comer polvorones en oferta de los Ángeles  en febrero sentados en los palcos de carrera oficial, y que sea primavera, no cuando lo diga el calendario, sino cuando lo anuncie El Corte Inglés. Pero lo más curioso y desconcertante es que esto tenga el inestimable apoyo de los medios de comunicación, especialmente de las cadenas de televisión más progresistas, dirigidos por los mismos que encabezaban hasta hace unos años las más feroces manifestaciones antiyankis, quemaban su bandera frente a cualquier consulado, y vociferaban en la verja de la base militar de Rota (yankis, go home), y hoy a estos se les hace el culo Coca Cola (made in USA, por supuesto, de la buena, buena) viendo a sus hijos o nietos disfrazados de mamarrachos pidiendo de puerta en puerta de urbanizaciones, preferentemente de extrarradios, truco o trato.

Tanto es así, tanto y tan pronto va arraigando en esta vieja piel de toro esta americana majadería que ya puestos deberíamos establecer, como los Nobel o los Príncipe de Asturias, un premio, pongamos que la Gran Cruz de la Orden de Halloween, como máxima condecoración que distinga cada noviembre la impotencia ante tanta estulticia y premie las enormes tragaderas de una nación, la española, que se avergüenza acomplejada de su mejor patrimonio sentimental, especialmente el religioso, y que no tiene reparos en adoptar costumbres importadas, aunque sean tan absurdas como ésta que nos trae.

Y que conste que esta simpleza afecta a tós por iguá, valientes, de lo más granado de la sociedad hasta las capas más populares. Vaya un ejemplo. Recuerdo que el mismo año que la muy pija revista ¡Hola! daba con todo lujo de detalle como novedad chuli, güay, ideal y fenomenal, la fiesta de Halloween que la gran actriz y superior intelectual Ana García Obregón  le ofreció a su hijo y a sus amiguitos, en Huelva, al mismo tiempo, empieza a celebrarse este monumental esperpento promovido por la Asociación de Vecinos de El Molino de la Vega. ¿Qué? ¿Cómo se les queda el cuerpo? Es que los dislates no tienen fronteras. Y con lo que nos gusta una novedad, aunque no sepamos exactamente en qué consiste esa celebración, no nos importa apuntarnos. Y además si de camino vaciamos de contenido religioso las fiestas de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, mejor que mejor. Todo muy lúdico, progresista y sostenible.

Claro que también las cofradías parecen que quieran echar una manita cuando leo que una hermandad de nuestra provincia ha organizado una "zambombá" (muy de Huelva también, por los cojones) para el día dos de noviembre; o ya puestos podrían proyectar la cabalgata de los horrores con muchas de nuestras dolorosas disfrazadas de Hallooween, más que vestida de luto, con la cabeza vendadas, reliadas como momias, usando ornamentos propios del sacerdote como estolas, y devanándonos los sesos sacando supuestos estudios antropológicos para justificar semejante aberración diciendo que vestimos a la Virgen como Sacerdotisa del Dolor. Y nos quedamos tan panchos. Por cierto, el metro de tela negra está tela de barata en Tejidos Madrid como para que algunos usen su túnica como disfraz esa joía noche, que más de una he visto yo.

 Con Halloween ni trucos, ni tratos. O corregimos el rumbo, o aquí que ya no comemos pavo ni por Navidad, (solo los que hacen régimen), lo acabaremos comiendo para celebrar el Día de Acción de Gracias como al Corte Inglés se le meta entre ceja y ceja, lo mismo que se propuso que triunfara ese señor gordo con barbas blancas y vestido de rojo que llaman Papá Noél. Y vaya si lo consiguió.

  La cosa siempre ha sido mucho más fácil, más natural. Nadie nunca tuvo que venir de fuera para enseñarnos a celebrar los tosantos ni los difuntos. Lo que tenemos que hacer, lo que siempre hemos hecho, es oír misa para pedir por nuestros seres queridos ya fallecidos, por todos los que murieron en nuestra Fe, para que Dios los tenga con Él en la Gloria.


 Y luego en casa, en esas noches de noviembre, íntimas de crisantemos violetas, al calor de un brasero oliendo a alhucema,  leer las Rimas y Leyendas de Bécquer, el Monte de las Ánimas, Maese Pérez el organista..... y comer castañas y boniatos, y buñuelos de crema y huesos de santo (Jorva, Jorva, ¿por qué me has abandonado?). Y vamos a dejarnos ya de tantas tonterías. Señor, ¡qué hartura de trocherías! ¡Qué cruz de Halloween!

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