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miércoles, 23 de octubre de 2013

Y AQUÍ NO HA PASADO NADA

A parte de otras consideraciones, coincidiremos en que las cofradías de Huelva tienen mala suerte, muy mala suerte. Me gustaría que fuera correcto escribir "muy malísima mala suerte", pero las reglas del superlativo de la Lengua Española no lo permite, y aunque lo permitiera los adjetivos se quedarían cortos.
Lo vivido recientemente en torno a la celebración del denominado Acto de Fe, a lo que siempre le he añadido "y Procesión Magna de la Pasión de Cristo" aunque fuera políticamente incorrecto y eclesialmente inadecuado, porque nunca me ha gustado seguir consignas cofrades sin sentido que le quiten sentido cofrade a un acto organizado (o mejor, desorganizado) por las propias cofradías. No tendría mucha lógica sacar los titulares de dieciséis cofradías y una hermandad de gloria y no llamarle a esto procesión. Así que no queda otra que aceptar pulpo como animal de compañía.

Este Acto de Fe, esta Magna de Huelva tiene secuelas y precuelas, como ocurre con las películas de éxito, en este caso una película muy cercana al género del suspense, un suspense de más de siete horas de lluvia manejándose partes meteorológicos de la Señorita Pepis, y también de terror al ver un mar de paraguas alrededor de los pasos, e incluso de misterio y ciencia ficción al quedarnos sin saber qué hubiera sido de la Magna si no hubiera llovido.
Todo lo lamentablemente acontecido este diecinueve de octubre es susceptible de ser comentado, analizado, e incluso criticado (anda que no habrá por dónde). Pero lo que se está haciendo desde determinados sectores  más que criticar es vomitar irracionalmente sobre la herida, orinar sobre ella, echarle sal para que escueza más. Si al menos echáramos alcohol de 90º dolería, pero al final sanaría. Y evidentemente no está siendo esta de corregir errores la intención.

Sería de necios negar la evidencia. Estaríamos ciegos si no viésemos que aquí han fallado muchas cosas, demasiadas cosas. Verdaderamente le hemos demostrado al mucho mundo cofrade que ha llenado nuestros templos, nuestras calles y nuestros bares cómo somos, no lo que somos, no cómo es nuestra Semana Santa.

Pero por si hubiera alguna pregunta en el aire o alguna duda sobre ella, hemos, no ya quemado, sino achicharrado, abrasado nuestra imagen incendiando las redes sociales con comentarios, seguro que merecidos y certeros, pero evitables para no seguir ahondando en la deformación que de la Semana Santa onubense estamos creando. Cuando un hijo nos sale poco agraciado (es decir, feo de cojones) los padres y sobre todo los abuelos solemos decir eso tan socorrido de "pero es muy gracioso". Aquí, ni eso.

De todo lo sucedido hay tres frentes dignos de reflexión, tres perspectivas diferentes que, a mi modesto entender, marcaron estos días.
El primero, lo mejor, lo más brillante, fue ver a la muy abúlica ciudad de Huelva por fin ilusionada con algo. Nunca vi a la ciudad tan entregada, tan visitada. Nada ha suscitado fuera de nuestras fronteras locales tanta expectación, ni cuando los míticos Colombinos, ni feria de toros, ni veranos que valgan. Nada ha atraído a más gente a Huelva que esta malograda celebración. Que no era llenar bares y hoteles misión de la Magna está claro; pero no creo que le haya ido nada mal a la maltrecha economía de la ciudad.
De esta primera parte me quedo con la inagotable imaginación de los priostes supliendo carencias patrimoniales; con los miles de kilos de alimentos depositados a los pies de los pasos bordando faldones con el oro de la Caridad, sinónimo del Amor (la solidaridad para los sindicatos); con la alegría de ver trabajando al unísono al mundo cofrade que voluntariamente quiso participar en este excepcional (por lo inusual) evento con un mismo fin; con la cara de sorpresa del que venía de lejos y se encontraba con nuestras imágenes por primera vez; con el reencuentro de los hermanos; con el trabajo, con la entrega de aquellos que jamás abominarán de sus cofradías en Internet. Porque como tantas veces, los que más azotan a las cofradías son los que menos trabajo, tiempo y dinero gastan en ellas.

Luego llegó el día D, a la hora H, y a la hora I, y a la J, y a la... Y asistimos a una cascada de despropósitos difícilmente superable. Coordinar, informar, decidir y dirigir, fueron verbos poco conjugados durante el pasado sábado.  Y me consta el trabajo y las horas dedicadas por el consejo a este noble empeño. Pero de nada sirvió, no fue bastante. Aunque no olvidemos que quienes decidieron sacar sus pasos a la calle lloviendo no fueron los miembros del consejo. No creo que nadie le pusiera una pistola en la nuca a ningún diputado mayor de gobierno ni a ningún hermano mayor para que se echaran a la calle de la manera que se echaron. A cada cual , lo suyo. Uno por no suspender a tiempo el Acto de Fe, y otros por no suspender a tiempo sus salidas. Suspensos por no suspender. Hay que ver lo fácil que es perder en unas horas lo que tantos años nos ha costado conseguir: la imagen de seriedad y el respeto de una sociedad que está deseando cogernos en un renuncio. Y se lo hemos dado en la misma bandeja que sirve para recoger las precipitaciones de un pluviómetro. Pero tampoco es para coger complejo de inferioridad, ¿o habrá que recordar lo que ocurrió en Sevilla el día de la suspensión del Vía+Crucis Magno? Otro espectáculo. En todos lados se cuecen habas.

Y por último el Acto de Fe en sí celebrado en la Plaza de las Monjas el domingo por la mañana. Ciertamente me sorprendió, sí...Porque me esperaba todavía  menos gente. ¿De verdad que alguien esperaba otra cosa? Yo no, será porque estoy acostumbrado a ver medio vacías las misas de domingo, triduos y quinarios, y a rebosar los ensayos, conciertos y verbenas. Nada nuevo. ¿Por qué iba a ser esto una excepción? Días antes había quién hubiera matado por una silla en medio de la plaza. Pero claro, al otro día, sin pasos, pues.....
Por otra parte, y desgraciadamente, la lluvia también ha servido para retratarnos, y algunos hemos salido bastante mal en la foto. Aunque ya hubo quienes quedaron perfectamente retratados desde el mismo momento que se aprobó celebrar el Acto de Fe y la posterior procesión. Como un periódico local poniendo en portada el altísimo riesgo de lluvia, como con cierto recochineo; otros pavoneándose al día siguiente, pecho henchido y sonrisa amplia, por el fracaso cosechado; algunos subiéndose al carro a última hora para salir en la foto cuando ya se preveía una masiva asistencia de cofrades de toda España...Difícil fauna cofrade.

Hay quienes a modo de oposición política (siempre copiando lo peor de la sociedad civil) piden que rueden cabezas y se produzcan dimisiones. Ni motivos ni razones les faltan. Pero a ver si vamos también a derogar aquí una Doctrina Parot por lo cofrade. No sea que vayamos a amnistiar ahora trasnochadas alternativas, si es que las hubiera, al rebufo del desastre.
Ojalá cicatricen rápido las heridas y podamos recomponer pronto nuestra maltrecha autoestima. Porque hay quienes prefieren regodearse revolcándose en el fango, o en otra cosa peor, y hay quienes vuelven a refugiarse en el trabajo diario y callado de su hermandad sin vomitar exabruptos contra nadie, aún con la tristeza de lo que no pudo ser, con la mirada puesta en los próximos cultos, en la próxima cuaresma, en la próxima Semana Santa, y pidiéndole a Dios que no se vuelva a repetir semejantes situaciones. Con ellos me quedo buscando el futuro.

Por eso, ya es hora de que cada imagen regrese a su altar, guardar la plata ya limpia. Y aquí no ha pasado nada. Por la cuenta que nos tiene.



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