Hasta hace solo un par de décadas nuestras
hermandades han arrastrado las carencias de patrimonio causadas por la pérdida
de sus enseres en la Guerra Civil, y esto unido a la decadencia y estrecheces
económicas de los años sesenta hicieron que al renacer las cofradías con nuevos
ímpetus los priostes se las vieran y se las desearan para cumplir dignamente
con sus cometidos. Fueron años, los sesenta y setenta, de puentes en las
candelerías, flores de plástico y velas eléctricas. Fueron tiempos de mantos de
raso, de altares de cultos donde los priostes se las ingeniaban con cuatro
docenas de claveles , un par de metros de tela de damasco, rojo por supuesto,
como todo patrimonio. Años de que las imágenes no se movieran de sus altares
para los cultos, cuatro velas y dos jarras y se acabó. Hoy los priostes tienen
de todo. Y si no lo tienen, no se las inventan como aquellos viejos priostes,
sino que lo piden prestado.
En la actualidad es encomiable el desvelo de las
hermandades por presentar con todo el
esplendor a las imágenes, especialmente
en sus cultos. Pero estamos asistiendo a un fenómeno exagerado de pedir
prestados los enseres que no se tienen a otras hermandades, especialmente de
pueblos, deseando ver sus cosas en hermandades de la capital, aunque luego,
claro está, haya que corresponder a la inversa. Siempre se ha hecho, y todos
los hemos hecho. Pero hasta para eso hay que saber pedir. Porque estos
préstamos llevan el interés de que luego te presten a ti, si esa hermandad que
te pidió tiene algo que prestar, que normalmente no es así. Quienes más piden,
menos tienen que ofrecer. Aunque otras, aún teniendo, piden por vicio, por puro
capricho de presentar una novedad en el altar. Ya se pide sin valorar la
calidad de lo que se pide, no ya algo de culto interno, sino del mismísimo paso
procesional. Aquí no nos cortamos un pelo a la hora de pedir. Y aunque lleves
años cediendo esos enseres, el año que por su deterioro no los puedan dejar, la
hermandad será una saboría, poco solidaria y mil cosas más.
Antes, cuando esto no era una competición de
altares, cuando no había esa desmesurada obsesión por el escaparatismo cofrade,
por dar el "pelotaso" en el besamanos de turno, donde la imagen de
Cristo, y especialmente la de la Virgen, queda relegada a un segundísimo plano
en favor del aparataje del altar, antes digo, se pedía prestado algo por un
motivo muy concreto, para la bendición de una nueva imagen, para una salida o
celebración extraordinaria, para una hermandad que empieza su andadura, para
una ocasión única y especial, no como rutina continua. Estos respiraderos, este
manto, este dosel que hoy vemos en este altar, mañana lo veremos en el de otra
cofradía, y luego en otra, y en otra....
Es más, hoy
los priostes quedan marginados (o mejor dicho se automarginan), y son personas
exteriores a las juntas de gobierno las que preparan los altares. Incluso
rizándose el rizo, se está poniendo de moda ver que los vestidores, con su
troupe de aplaudidores detrás, van de imagen en imagen, de hermandad en
hermandad imponiendo su ley, usando sayas de unas en otras, usando prendas que
a lo mejor han sido regaladas con toda la devoción a determinada imagen, y ese
donante tiene que ver que a los dos días se la ponen a otra imagen, y luego a
otra, y para la Cuaresma que viene a otra.
Y todo esto,
si no con la complicidad, al menos con la dejación de las juntas de gobierno
que miran para otro lado, o que no tienen autoridad (vulgarmente llamado
cojones) para dar un porrazo encima de la mesa y poner freno a este cachondeo
que nos traemos con muchas imágenes.
Pero claro, para eso hay que tener las cosas claras,
y no temer perder las próximas elecciones. Y cuidándose muy mucho de no
incomodar al vestidor de moda no vaya a ser que se ofenda y vaya dejar tirada a
la hermandad, porque a ver quién viste entonces a la Virgen, sin tener que
llamar a ese muchacho de la hermandad, que quiere con locura a su Virgen, que
la vestiría con respeto, con devoción y decencia, pero no tiene las manos tan
divinas que tiene el número uno, o el dos, o el tres en el top ten de los
vestidores de moda. Hasta aquí estamos llegando.
Por eso sirvan estas líneas en recuerdo de aquellos
que con su imaginación, con todas las carencias del mundo, pero con todo el
amor a su hermandad, supieron elevar a la categoría de arte esta maravilla
cofrade que supone levantar un altar de cultos en honor y gloria de un Cristo o
de una Virgen, sin pedir nada prestado a nadie, con cuatro candeleros de caritas
y dos jarras orejonas, sin orfebrería, más lisas que la espalda de un violín,
pero que suponía mantener la esencia de un estilo propio en cada hermandad, y
sin pretensiones de participar en ningún concurso de altares con enseres
prestados.
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