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jueves, 19 de diciembre de 2013

ROCÍO Y ESPERANZA

¿Se acuerdan ustedes de aquel poema del recordado Padre D. Ramón Cué que decía "ayer por Triana pasé / y fui a  verte Madre mía / tres años largos hacía / que sin tus ojos vivía / entré, te vi y te encontré / más bonita cada día? Pues algo similar me ocurrió ayer cuando como cada año fui hasta su templo para besar la mano de la Virgen del Rocío y Esperanza: entré, la vi y la encontré, más bonita cada día.

Ayer, festividad de la Expectación de la Virgen, pude comprobar que es verdad eso que se dice de que el tiempo también talla, y con los buriles de la memoria, ese tiempo que en Ella nunca ha hecho mella, ha ido perfilando minuto a minuto, día a día, la blanca belleza de efigie griega, traslúcida, como del más  exquisito y raro mármol, de la Virgen del Rocío y Esperanza, que desde que surgiera de pronto en nuestras vidas una tarde de enero de no importa ya cuántos años, no ha hecho más que aumentar su hermosura.

Del color de su semblante de porcelana, tan imposible de definir que ni en Sèvres, ni en Limoges, ni siquiera en la Cartuja serían capaces de igualar, surge el fuego de su portentosa mirada, que no quema... Pero tan difícil de sostener. No hay mirada tan penetrante, ni tan inquisidora, ni al mismo tiempo tan amorosa como la de esta Torre de Marfil, como la de este erguido faro cuya luz, emanada de sus ojos, alumbra el devenir y el camino de la hermandad del Calvario. Su rostro, de un dolor limpio y sin almibarar, desgarrado y directo, con pátina de luna , con veladuras de nácar, trasciende de cánones blandos y al uso, no apto para cofrades principiantes, y nos presenta el esplendor de su belleza sin retorcimientos en una radiante madurez. Lirio de alabastro modelado con cinceles de besos. Ancla de sal. Franciscana ternura.

¿Y el portento de sus manos? Patenas de loza que parecen esperar que sobre ellas se posen las gotas de rocío que florecen en su llanto, como gotas de cera sobre los pétalos de una rosa de cera rizada, hermosa e inmensamente abierta. Palomas de cal con alas de espuma.

Y es verdad que el tiempo ha bruñido su belleza porque el tiempo en la hermandad del Calvario es un valor en sí mismo. Aquí los años se traducen en décadas. Una hermandad, joventodavía, ha logrado con la dedicación y entrega de sus hermanos más que muchas otras que cuentan su historia por siglos. Por eso han sabido rodear de detalles, de pequeños - grandes detalles, unas veces bordados en oro, otras, primores de joyería, los mejores tejidos, la más hermosa orfebrería, para que dispuestos por las prodigiosas manos de quién la viste, nos ofrezcan cada preludio de la Navidad  la belleza de esta Señora del Adviento, de esta Reina de Pentecostés y podamos en su cercanía y al besar su mano empaparnos con su Rocío y llenarnos de su Esperanza, en un templo, en una capilla convertida por unos días en el regio palacio donde habita la belleza y la mejor estética cofrade.  

Por eso a mí me pasa en la calle del Calvario en Huelva, como le pasaba al Padre Cué en la calle Pureza de Sevilla, que cada vez que paso y entro en su capilla veo más bonita cada día a la Virgen silente del Lunes Santo, a este Arca de Oro donde Huelva sabe que se guarda el tesoro de su Rocío y el de la más certera Esperanza.

 Regina Roris, Spes et Mater Nostra , ora pro nobis pecatoribus.

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