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miércoles, 3 de diciembre de 2014

EL JARAGÁN

De haberlo conocido y estudiado, Félix Rodríguez de la Fuente seguro que lo hubiera denominado científicamente como Homo Cofrade Inactivus, pero como no se dio el caso, lo llamaremos  con un nombre más corriente y al uso como es el de haragán. O mejor jaragán, que es más expresivo y contundente.

Este espécimen que toda la vida ha habitado y sigue habitando (no me digan que no) en las cofradías, no suele aparecer mucho por la hermandad, más bien poco, sobre todo en épocas de mucho trabajo, no vaya a ser que de rebote le toque hacer algo. Sin embargo, sí que se deja ver más, tampoco mucho más, en periodos de poca actividad en el almacén y en la casa de hermandad, siempre que la casa tenga barra de bar.

Este singular pájaro suele emigrar con frecuencia a parajes más tranquilos en el preciso momento que se empieza a sacar la plata de las vitrinas para preparar la salida o que haya que limpiarlas para volverlas a guardar. Missing.

Un muy serio estudio de la Universidad de Oklahoma en colaboración con la de Berkeley, ha llegado a la conclusión de que el jaragán sufre y padece una severa alergia congénita al Tardni Shiel, al Sidol , al Algodón Mágico y a la bayeta, aunque sea de esas de microfibra tan buenas que vende a un euro el Mercadona. La sola visión de una espátula para raspar la cera del suelo de la iglesia le produce tal reacción que hasta le salen sarpullidos por todo el cuerpo, a más de uno he visto yo al borde de un síncope, e incluso se ven cruelmente expuestos a un fallo multiorgánico de impredecibles consecuencias y que hace que el pobre tenga que marcharse, piam-piam, a su casa, muy a pesar suyo...Pero hijo, la salud es lo primero (y la Lanzada, los Estudiantes y Pasión, después).

Pero cuando este gandul sí que le da por aparecer, es por la iglesia en los días de montajes del altar de quinario, o de la armá de los pasos. Es que no falla. Puntual como un clavo.

La primera noche de montaje, hace su entrada después de la última misa de la tarde. Y nada más llegar, como si viniera de hacer el camino de Santiago, o el del Rocío, o de correr la maratón de Nueva York, coge el primer banco de la nave central, desde donde mejor se ve el altar mayor, y se sienta porque el pobre viene reventaíto. Pero se sienta doblando los codos para atrás, como si fuera a bailar los Pajaritos, los apoya en el respaldo dejándose caer, y poniendo los pies en el reclinatorio de delante, se arrellana en su asiento. Porque el muy flojo no se sienta, se desparrama en el banco. Muchas veces, de lo a gustito que está,  dan ganas de llevarle una cerveza fresquita y una platerita de aceitunas gordales...

Este Homo Cofrade Antecésor, antecesor del Homo Vagus y muy relacionado con el Homo Friki (del que ya hablaremos en otra ocasión) por su colosal indolencia es capaz de sacar de quicio y poner de los nervios al prioste más comedido, más reflexivo y al más prudente. Sobre todo cuando en pleno fragor de la batalla, cuando se está subiendo el dosel, o colocándose el respiradero (sí, ese que pesa más que un mal casamiento) en la grada más alta, cada vez más recostado en el banco, se pone a contar lo estupendo que ha estado esa misma tarde el concierto en el Gran Teatro de la banda estrella que está causando furor en el Top Ten de marchas cofradieras; o lo muy bien montada que está la exposición de estrenos que acaban de inaugurar, y a la que los priostes no han podido asistir (por más que quisieran) precisamente por estar absolutamente desbordados y entregados al trabajo de la hermandad.

¿A que es para estrangular al jaragán con la cuerda de subir el dosel, o darle en las costillas con la manigueta del respiradero, con borla incluida? Además, sin problema. Porque después de un buen acto de contrición bien explicado, el confesor seguro que lo consideraría pecado venial. Y en un juicio sumarísimo estoy convencido de que el caso quedaría sobreseído por enajenación mental transitoria del prioste. Su señoría lo entenderá. Es que no es para menos. Porque semejante indolencia no hay cristiano (ni Messi) que lo resista

Este imbécil suele tener cara de capullo, pero no se lo crean, es solo apariencia, porque es listo, muy, muy listo, listísimo. Lleva instalado en su cerebro una especie de microchip que le avisa con increíble precisión del momento de irse de la iglesia, demostrando una fabulosa habilidad para desaparecer haciendo mutis por el foro, despidiéndose a la francesa, con la misma facilidad que mis hijos se esfumaban, se desvanecían más bien, después de comer para no tener que quitar la mesa.

Ese momento ocurre normalmente cuando ya el trabajo está encarrilado (aunque queden muchas horas para terminarlo totalmente) y el hermano mayor o algún miembro de la junta se marcha ya y se despide del grupo de priostía. Es entonces cuando el inútil saca toda su sabiduría poniendo en marcha su maquiavélico plan de evasión. Y con la excusa de acompañarlo, porque le coge de camino, se levanta del banco, del que no se había movido en toda la noche ni para arrimar un candelero al altar, y se va con el hermano mayor, a ver si le saca una copita y para irle contando los últimos chismes de los que se ha enterado, porque a su condición de jaragán se le une también, con inusitada frecuencia, la condición de cotilla, porque es capaz de dar más noticias él solo en un minuto que la agencia Efe y la Reuters las dos juntas en todo el día.

Y así va pasando  este maula los días de una cuaresma cualquiera , de montaje en montaje sin dar un palo al agua, viendo ensayos  desde la acera comiendo pipas, sentado en un poyete (él fue costalero, pero en la segunda chicotá del primer ensayo dice que le dio un tirón en no sé qué vértebra y se retiró, y que desde entonces no coge más kilos que los suyos, que los de su cuerpo quiere decir, que no son pocos. Pero yo sé que lo largaron de la collá el fijador y el corriente de tercera por no coger un kilo, y por su desapego al jabón y a la colonia).

También dice pertenecer a la Tertulia Cofrade Virgen de la Cinta, pero no la Chiquita, no; sino la del muro, que está sentaíta y es mejor.
Fijarse ustedes, como diría Lopera, si el tío es perrángano, que dice que le tiene especial devoción a los apóstoles de la Oración en el Huerto. Claro, como van acostados y dormidos...Pero el colmo de los colmos del jaragán es que en más de una ocasión le he oído decir que el sitio que más le gusta para ver una cofradía es la calle de los Tumbaos. Conociéndolo, no me extraña ni mijita. ¿Con gente así como coño vamos a levantar cabeza en las cofradías?


Esta especie, que siempre ha existido, últimamente ha sufrido una mutación y se está convirtiendo en pandemia, afectando de forma especial y con más fuerza a los jóvenes, a los que propongo que antes de ingresar en el grupo de priostía se les sometieran a la prueba de fuerza de subir al paso en tres minutos una tanda de candelería  (si son de fundición se les permitiría hasta cinco minutos) y si salen indemnes del terrible trance ya serán inmunes a este peligrosísimo virus que está diezmando severamente la tradicional capacidad de trabajo de muchos priostes... Y con la resistencia de sus repectivos sistemas nerviosos para soportar en los montajes la ineficacia y las impertinencias de algún que otro "ayudante", más jaragán que un choco.  

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