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miércoles, 2 de marzo de 2016

TOCADAS DE MUERTE




La Semana Santa tiene que estar enferma, muy enferma. Aunque aparente buen aspecto bajo el maquillaje de los estrenos, de los bordados, de los dorados, del brillo en la calle, algo debe tener que la está devorando por dentro. Por más que sea la fiesta popular por excelencia; a pesar de que haya lista de espera en muchas cuadrillas de costaleros; por más que las hermandades crezcan en muchos aspectos y tengan presencia y reconocimiento en la sociedad de nuestro tiempo, en su interior, en lo más esencial de su propio ser, las cofradías tal y como las hemos conocido hasta hace poco, están tocadas de muerte.

No puedo llegar a entender que en una hermandad emergente, relativamente joven, y en la que el trabajo de un hermano mayor (al que no tengo el gusto de conocer y le he tenido que poner cara tras la noticia de su dimisión) ha empezado a dar sus frutos, haya tenido que dejar su cargo presionado, según tengo entendido, por un grupo de hermanos descontentos con su labor.

Vista desde fuera, cualquiera (como es mi caso) ha podido ver en estos últimos cuatro años el florecimiento de la hermandad de La Orden.

Ahora que la hermandad del Perdón empezaba a tomar su rumbo, cuando hermandad y barrio empezaban a identificarse; precisamente cuando en su aspecto material se iba abriendo camino y los proyectos ilusionaban tanto a la hermandad como a toda la Semana Santa de Huelva, súbitamente y sin que nadie lo esperara, todo se viene abajo.

Qué habrá llevado a un hermano mayor del que todo el mundo habla bien, que ha demostrado solvencia, discreción en su cargo, cuando aún no se había secado el agua bendita sobre el terciopelo con la que habían rociado en su bendición el primer y más que correcto manto bordado ofrendado a su dolorosa, al finalizar la función principal de instituto se subiera al ambón de la parroquia y anunciara su dimisión.

Me hablan de presiones, de golpes bajos, de acoso incluso a su entorno familiar…No me digan ustedes que no son síntomas inequívocos de enfermedad, de la grave enfermedad que aqueja a las cofradías.

Si es así, si es cierto que esto ha provocado la dimisión del hermano mayor de la hermandad de La Orden, no hace más que corroborar el concepto de hombre de bien que todo el mundo cofrade onubense tiene de este señor, al que, repito, no tengo el honor de conocer. No abundan quienes con el bagaje que este hombre tiene, anteponiendo su dignidad ha dicho, y hecho, eso tan poco frecuente de “ya estoy yo en mi casa”. Y ahí se quedan ustedes.

Contemplando este panorama, cada vez me explico mejor que cueste tanto trabajo formar una junta de gobierno en condiciones. Cada vez veo más claro que una persona honrada, con prestigio personal y profesional no quiera ni a tiros formar parte de una junta de gobierno y menos ser hermano mayor de ninguna hermandad. ¿Qué falta le hace? ¿Qué le puede aportar? ¿Por qué se va a exponer a que una jauría (normalmente de inútiles) lo destroce a la primera de cambio y arrastre su nombre por el fango? ¿Qué necesidad tienen? Y claro, así nos va.

Hoy conceptos como excelencia, abnegación, discreción, no son valorados. Hoy cualquiera acodado en cualquier barra de bar con cuatro descontentos forma un grupo capaz de amargarle la existencia a cualquiera que presida una hermandad, por muy bien que lo esté haciendo. Porque hoy la palabra hermano, en muchos círculos cofrades, no tiene ningún valor. En cambio la prisa por llegar, las revanchas, el oportunismo, la deslealtad son valores en alza.

Así, esta enfermedad poca o ninguna cura puede tener. Y alejados del Evangelio y aplicando a las cofradías los modelos de la sociedad y de la política actuales, que es lo que parece que estamos haciendo, menos todavía.

Para arreglar este desaguisado, para regenerar este mundo tan particular de las cofradías, no habría más remedio que cascar algunos huevos para hacer la tortilla luego. Los mismos huevos necesarios para dar un golpe encima de la mesa y acabar de una bendita vez con esta forma de dañar a las cofradías por los que solo ven en ella una meta para lograr no sé qué fines. Desde luego el del bien de la Semana Santa seguro que no está entre ellos.

Un afectuoso abrazo a los buenos hermanos del Perdón.

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