Powered By Blogger

jueves, 19 de mayo de 2011

EL ISRA


Israel López Expósito no es mala persona, ni muchísimo menos. Es buena gente, tela de buena gente. Aunque aparentemente por su aspecto, por su forma de vestir, pueda parecer lo contrario, el Isra es cofrade, muy cofrade. Le gusta La Semana Santa más que nada en este mundo.

El chaval no tiene formación, ni religiosa, ni cofrade; ya que ni su familia, ni su colegio, ni su parroquia, ni su hermandad, se ha preocupado de eso. Pero el Isra quiere al Cristo y a la Virgen de su hermandad como nadie los quiere.

Sale de costalero, en tercera de Cristo, aunque antes pertenecía a una banda de cornetas y tambores. Pero se peleó con el jefe de los tambores porque decía que no sabía ruflar y se tuvo que marchar. Y ahora piensa que ha ganado en el cambio. Porque salir de costalero es mejor, mucho mejor, dónde va a parar, que salir en una banda. Sin embargo sigue conservando intacta su desmedida afición por la música cofrade. Tiene todos los CD’s habidos y por haber de agrupaciones musicales y de cornetas y tambores; y algunas marchas de palio. No es raro verlo pasar en su Seat Ibiza tuneado con la música a toda pastilla, con las ventanillas bajadas sea invierno o verano, y llevándose la consiguiente bronca del vecino del bajo de su bloque que siempre le tiene que estar llamando la atención. Un plasta el tío ese, un pejiguera vamos.

Pero claro, si no se aprende todas las marchas al dedillo, nota por nota, diapasón por diapasón ¿cómo va a saber los noventa y tres cambios que tiene que hacer la cuadrilla en esa marcha tan flamenquita en esa esquina tan famosa del recorrido, en esa chicotaíta tan guapa que dura veinticuatro minutos exactamente, y que provoca el delirio del barrio?

El Isra, el día de la función principal de su hermandad, se maquea, se pone “tó güapo” con el traje que estrenó para el botellón de Fin de Año. Aunque la función y la protestación de fe se le hace  interminable, aguanta como un tío porque luego hay concierto de la banda y merece la pena el tostón. Es de los pocos días que pisa la iglesia, junto con el del besapiés de su Cristo (al besamanos de la Virgen dice que es para blanditos, y no va).

Cuando llega el día de salida, a las diez de la mañana ya está perfectamente vestido de costalero y con el costal debajo de un brazo, y la Vane, su novia, bajo el otro, calma su impaciencia yendo de un lado para otro, nervioso, empalmando  Wiston tras Wiston, hasta que llega la hora y se pone delante de su “moreno”, y es entonces cuando se le caen dos lagrimones como dos goterones de cera de los blandones que custodian el paso.

Y eso que el Isra no llora nunca. Solo se le vio llorar abiertamente en el entierro del Kevin, su íntimo amigo, su mejor colega, que murió en un accidente de moto.

Como cualquier cofrade, guarda en su memoria el mejor momento de la salida procesional de  cada año. El mejor de éste, sin duda, fue cuando el listero le pidió al capataz una levantá por la Vane, su novia, porque había tenido un aborto y todo había salido bien. Eso el Isra no lo va a olvidar tan fácilmente porque de verdad él es amigo de sus amigos, sin ambigüedades. Y es que a este chaval lo quiere todo el mundo en la hermandad, especialmente Ricardito, el muchacho nuevo que ahora viste a la Virgen, y que va siempre con él y con la Vane.

Cuando el paso se recoge, sin abrazar ni besar a sus compañeros de trabajadera ni al capataz, le da un poco de corte, el Isra, otra vez con el costal y la novia debajo de cada  brazo, va al encuentro de la Virgen que bajo una lluvia de pétalos ya dobló la esquina de la calle de la iglesia.

Allí delante del palio, con la candelería reflejada en sus pupilas, a punto de la emoción, reza a duras penas aquella oración que le enseñó su abuela, que se acuerda de cómo empieza pero no cómo termina. Y le promete a la Virgen que si este año todo va bien, y trabaja en algo, (con la dichosa crisis es que no hay manera) tatuarse la imagen de su Cristo en el brazo. Así  llevará t  a flor de piel  lo que lleva ya tatuado en el alma; eso sí, si los gastos de amueblar el piso para irse a vivir con la Vane se lo permiten, claro.

Esa noche, camino de su casa con un puñado de claveles del paso de Cristo para su vieja, el Isra empezará a sentir la punzada de la nostalgia que lo separa un año de otra Semana Santa, un año para que vuelva a ser el hombre más feliz de la Tierra sacando de costalero a su Bendito Cristo Moreno.

Buena persona este Isra, entrañable. ¡Ay! Si su hermandad, o la Parroquia de donde sale su hermandad se preocuparan de darle, o de simplemente ofrecerle la oportunidad de una buena formación….


1 comentario:

  1. Este se me habia pasado, pero es magnifico Manolo, chapó, exagerado, tremendo, vamos que me quito el sombrero, que además llevaba muchos días con el puesto! un abrazo

    ResponderEliminar