Con esta voz de "Extra omnes", con este
"fuera todos" o "que no quede nadie", el cardenal Maestro
de Ceremonias Vaticanas ordena que abandonen la capilla Sixtina de San Pedro de
Roma todos aquellos que no tengan participación, que nada tengan que ver en el
cónclave de elección de un nuevo papa. Pues algo así, alguna figura similar
deberíamos tener en las cofradías para que en los momentos cruciales, en esos
que estrictamente incumbe solo a sus hermanos, también abandonaran el templo
todos aquellos que nada tuvieran que ver con la hermandad, incluido los medios
de comunicación, especialmente las cámaras de televisión. Y me explico, antes
de que alguien se me vaya a tirar a la yugular.
Sería imposible siquiera pensar, además de absurdo,
que las hermandades en plena era de internet vivieran de espaldas a los medios
de información, son absolutamente necesarios incluso para lograr sus propios
fines. Y claro que las cofradías deben facilitar en lo que puedan y de ellas
dependa la tarea a los informadores, porque toda la difusión, toda la
información que se dé a cerca del mundo cofrade repercutirá positivamente en
ellas. Pero todo debe tener un límite lógico, una frontera infranqueable aunque
nunca impuesta, una suerte de autocensura que los propios profesionales de los
medios, sin ninguna ley escrita, deberían observar.
Nada de lo ocurrido en la extemporánea celebración
de la victoria electoral en la Macarena hubiese tenido la repercusión que ha
tenido de no haber estado allí grabando las cámaras de una televisión local
sevillana. Y de no haberse publicado de inmediato en las redes sociales.
Hay momentos internos y situaciones de una cofradía que
por la tensión que provocan, por su importancia o por su trascendencia, deberían
vivirse en la intimidad a puerta cerrada, aunque sea multitudinaria, de sus hermanos y
de solo sus hermanos. Muchas veces las imágenes que se emiten de esos momentos
en el interior del templo aparecen distorsionadas, no se corresponde
exactamente con lo ocurrido en realidad, y no porque sean manipuladas, sino
porque sencillamente no son capaces de captar realmente ni dar respuestas ni
explicaciones a las actuaciones, a veces inapropiadas, de los hermanos en esos
momentos puntuales.
De existir este voluntario filtro para la imagen de
las cofradías nos hubiéramos ahorrado ver los eufóricos momentos de los
ganadores de unas elecciones, y sobre todo esas dantescas escenas a las que
desgraciadamente estamos asistiendo más
veces de las deseadas estos últimos tiempos, cuando se suspende la salida de
una hermandad a causa de la lluvia, por poner un ejemplo bien conocido. Así que
nos libraríamos de ver al hermano mayor de turno poniendo pucheritos leyendo
los partes meteorológicos, que alguno más se parecen a Arias Navarro diciendo
aquello de españoles, Franco ha muerto, y del "espotáneo" aplauso de
la claca preparada para refrendar la decisión "unánime" de la junta,
aunque luego se escuche por detrás "son cuatro gotas, yo la hubiera
sacado", y a la acolitesa (¿se dice así?) descompuestecita, gimoteando a
moco tendido, morreándose , digo consolándose con el Jony, que se estaba
haciendo la ropa encima de la mesa de altar mayor y poniéndose la faja hecho
también un mar de lágrimas; y al Jefrén , blasfemando y tirando el costal al
suelo en la capilla sagrario cabreadísimo no se sabe muy bien con quién; y al
del fiscornio maldiciendo al hombre del tiempo, y a esa señora del Youtube
diciendo eso de ¿por qué, Zeñó, por qué? Y a un diputado, carton bajo el brazo,
y a una diputada de tramo, melena al viento,
dando capazos iglesia arriba, iglesia abajo, en esa especie de camarote
de los Hermanos Marx en el que se convierten algunas cofradía en esos tristes
momentos; y los antifaces con el cartón encima de los altares, cuando no en la
canastilla de los paso; y los bancos de la iglesia llenos de gente llorando
amargamente, precisamente los mismos que durante el año no se acercan a ella ni
a un kilómetro a la redonda, como si tuvieran una orden de alejamiento de la
hermandad. Expresiones de sentimientos absolutamente legítimos, y hasta puede
que sinceros, pero inoportunamente hiperdramatizados .
Un "Extra omnes" a tiempo nos evitaría mostrar
una de las caras más tristemente cómicas, y además daría motivo para que rajara
contra la hermandad de turno, (casi siempre las mismas) los que habitualmente
lo hacen bajo seudónimo en los periódicos y que curiosamente encima viven de
esto (aunque eso merecería tratamiento aparte).
La imagen de una hermandad es tan frágil, sus
reacciones ante una situación
inesperada, tan imprevisibles que, en la alegría y en el llanto, en la salud y la enfermedad, como en las bodas, mejor que hubiera alguien que con voz engolada de camarlengo viejo dijera desde el atrio de la iglesia eso de "fuera todos", y luego cerrara solemnemente las puertas dejando fuera con toda educación (no con la grosería con que alguien echó a unas cámaras de la competencia de un templo el día de la Magna, pero que como pertenece a una hermandad "amiga" no lo critican en los papeles) a todos los que nada tengan que ver con ellas, y así podamos reírnos o llorar tan a gusto, gritarnos fraternalmente, desollarnos vivos (como fieras, como cantaba Rocío Jurado) entre hermanos, a puerta cerrada, intramuros del templo, sin que luego nos tengamos que arrepentir de vernos en la tele en semejante trance, lo mismo que nos arrepentimos de esa foto de hace unos cuantos veranos, cuando estuvimos en aquel sitio de vacaciones y nos pusimos esa camisa de estampados imposibles que ahora no tendríamos valor, ni otra cosa, de ponernos. Lo mismito.
inesperada, tan imprevisibles que, en la alegría y en el llanto, en la salud y la enfermedad, como en las bodas, mejor que hubiera alguien que con voz engolada de camarlengo viejo dijera desde el atrio de la iglesia eso de "fuera todos", y luego cerrara solemnemente las puertas dejando fuera con toda educación (no con la grosería con que alguien echó a unas cámaras de la competencia de un templo el día de la Magna, pero que como pertenece a una hermandad "amiga" no lo critican en los papeles) a todos los que nada tengan que ver con ellas, y así podamos reírnos o llorar tan a gusto, gritarnos fraternalmente, desollarnos vivos (como fieras, como cantaba Rocío Jurado) entre hermanos, a puerta cerrada, intramuros del templo, sin que luego nos tengamos que arrepentir de vernos en la tele en semejante trance, lo mismo que nos arrepentimos de esa foto de hace unos cuantos veranos, cuando estuvimos en aquel sitio de vacaciones y nos pusimos esa camisa de estampados imposibles que ahora no tendríamos valor, ni otra cosa, de ponernos. Lo mismito.
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