Me voy a arriesgar. Me voy a tirar a la piscina sin
pensar y sin importarme dentro de qué grupo de cofrades me puedan encasillar,
de que me puedan tachar de friki, cuando tantas veces me tildaron de rancio.
Y es que como dice mi amigo Rafa Prada, nadie que se
precie de cofrade puede ser ajeno ni puede abstraerse a lo que ocurra en el universo
macareno.
En estos días donde se ha puesto de manifiesto la
desmesura que rodea todo lo referente a la Virgen de la Esperanza,
especialmente la desmesura humana, hemos sido testigo de que (más que esta hermandad) esta imagen de la
Virgen y su inmensa devoción, marca claramente la diferencia. No todo ha sido ejemplar
en los actos extraordinarios celebrativos del cincuentenario de su coronación
canónica. Pero hay cosas, detalles, que para mí ha rayado lo sublime.
Sería casi imposible
en breves líneas analizar todo lo vivido, en el traslado, en el multitudinario
(y un tanto parco) besamanos, en su triduo, que ha hecho que recordáramos con
nostalgia aquel imponente de hace veinticinco años, con el terliz persa
cobijando el paso de palio en el más grandioso altar efímero jamás concebido, ideado
por D. Luis Becerra, director por aquel entonces del área de cultura de la Caja
de Ahorros San Fernando de Sevilla. Aunque también habría que saber qué se
hubiera hecho si no hubiera sido obligatorio que este triduo se celebrara en el
altar del jubileo, que poco o nada deja abierto a la creatividad.
Pero nadie podrá decir nada negativo, ni poner en
duda la grandiosidad de la función conmemorativa celebrada en la Plaza de
España. Insuperable.
Y dentro de esa función dos momentos que, como todo
lo que hace la Macarena, rápidamente se convierte en hitos que por arriesgados
rozan en lo polémico.
Para mí, el hecho de que el palio saliera del
recinto celebrativo con Suspiros de España es como dice mi amiga Angustias: "quizás
no sea lo propio, pero que propio quedó".
Y es que todo
lo que toca la Macarena lo hace suyo. Esto del pasodoble, como la Gloria que
dice Barbeito, también le viene al pelo a esta imagen única, personal e
irrepetible. Porque todo hay que verlo en el contexto. Distinto hubiera sido si
este inmortal pasodoble hubiese sido interpretado en el recorrido oficial.
Distinto que en vez de haber sido interpretado a gran orquesta lo hubiera
tocado una banda de música, incluida la excepcional banda de Salteras que la
acompaña. Creo que tuvo lugar en el momento y en lugar preciso. Había una magia
que qué más quisiera yo poder describir aquí con palabras. Misión imposible.
No así ocurrió con la interpretación por Estrella
Morente de la Salve Macarena, con letra de León y música del maestro Quiroga, a
quien tuve el honor de conocer en Huelva, en la Parroquia Mayor de San Pedro
cuando se estrenó su célebre Misa por sevillanas. Quizás un tanto sobreinterpretada.
Mucho mejor, aunque con menos facultades de voz, y
sin querer emular a su creadora, la inimitable Juana Reina, esta misma salve se
la cantó a la Virgen una señora con el acompañamiento de una sola guitarra
desde un balcón de la Resolana en el traslado a la Catedral. Sabía mejor por más popular, por mucho más devota, por más sentida y por más auténtica.
A vueltas con
el pasodoble, he podido leer que la que se hubiera formado si se le hubiera
tocado a cualquier otra imagen los Suspiros de España. Y a lo mejor tienen
razón los que así opinan o más bien se lamentan. Pero lo mismo ocurre con el
pellizquillo de su frente, que solo Ella lo
sublima cuando en otras imágenes se vulgariza; o sus mariquillas, esas que al temblar hacen que parezca que la Virgen respira, personales e
intransferibles solo en su pecho, o el mero hecho de exponer su Sagrada Imagen sin manto y sin
corona en besamanos ese día de diciembre que baja de su camarín sin que pierda
ni un sólo ápice de su señorío ni de su imponente majestad. La Macarena deshace la ortodoxia a su antojo. Lo que en otras sería impensable, en Ella nos parece natural. Y repito que no es cuestión de justificar todo lo que hace la Macarena. Pero es verdad que la Macarena todo lo hace distinto.
Y nadie se puede molestar contra la evidencia. Esta imagen tiene algo indefinible que la hace ser lo que es, distinta a las demás. Inalcanzable. Y que conste que yo no me considero "macareno". Pero tengo ojos en la cara. Y mucho visto. Y lo que me hace sentir esta imagen es inexplicable, más que incomprensible.
Y nadie se puede molestar contra la evidencia. Esta imagen tiene algo indefinible que la hace ser lo que es, distinta a las demás. Inalcanzable. Y que conste que yo no me considero "macareno". Pero tengo ojos en la cara. Y mucho visto. Y lo que me hace sentir esta imagen es inexplicable, más que incomprensible.
El verdadero
peligro estriba ahora en la exageración, en ese "pues yo más" que
provoca imitar lo inimitable, en el seguro intento de superar lo insuperable y
a saber qué coto habrá quedado abierto y para qué músicas. A ver qué oímos
desde ahora detrás de los palios con tal de superar los Suspiros de España de
la Macarena, como opina mi amigo Rafel R. Moya.
Y es que la Macarena es así. La Esperanza todo lo
adapta a su forma, todo lo "macareniza", todo lo hace suyo, tanto que
desde que la hemos visto caminar al compás de Suspiros de España, cada vez que lo oigamos de aquí en adelante se nos vendrá a
la memoria un día luminoso de mayo, en el mejor altar de cerámica y ladrillos
rojos que solo Ánibal González pudiera soñar, y un paso de palio de ensueño
reflejado en las aguas de la ría de la Plaza de España. Y que nadie se extrañe
si a partir del mediodía de ayer este popular pasodoble deje de llamarse
Suspiros de España y empiece a ser conocido como Suspiro de Esperanza. De la
Esperanza Macarena, por supuesto.
Lo dicho, llamadme friki. Pero a mí me gustó.
https://www.youtube.com/watch?v=tn3BtNmtCyg
https://www.youtube.com/watch?v=tn3BtNmtCyg
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