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jueves, 1 de diciembre de 2011

DESDE LOS CIMIENTOS

Acaba el Año Litúrgico. Cristo Rey nos ha bendecido hecho Eucaristía desde la custodia de la Concepción. Termina sus cultos sacramentales la Archicofradía de la Oración en el Huerto y el color celeste (ese privilegio español en la liturgia de la Iglesia) irrumpe con la fuerza de lo nuevo anunciando el origen inmaculado de la Virgen María. Todo vuelve  a empezar.
Estamos en la primera semana de Adviento. Iniciamos, sobre un fondo morado, como de  otra gozosa cuaresma, un camino que no acabará en la Tragedia del Gólgota, pues esa será otra Pascua, sino en la ternura del Nacimiento de un Dios Niño en el Portal de Belén. Iniciamos el Año Nuevo Litúrgico y el camino hacia la Pascua de la Navidad.

Y ahora que todo se renueva, cuando todo está por escribir y todo está por comenzar, en las cofradías es tiempo de proyectos. Ahora, lo mismo que en la Naturaleza aparentemente muerta la tierra va gestando el esplendor de la primavera, nuestras cofradías van preparando desde su interior el futuro esplendor de una nueva Semana Santa, que también, como la tierra, irrumpirá con la eclosión de la primavera.

Por eso es el momento; por eso ahora, lo mismo que tenemos programados los cultos, los besamanos, besapiés, y nos sabemos de memoria el calendario de ensayos de todas las cuadrillas y las marchas nuevas de todas las bandas; si ya conocemos al pregonero, al cartelista y a la imagen que presidirá Via+Crucis del Consejo; si esperamos con impaciencia los estrenos que nos han anunciado, si lo tenemos todo previsto hasta el Domingo de Ramos, ¿por qué no hemos visto (al menos yo) ningún ciclo de formación cofrade?

Vivimos tiempos de innegable desapego, sobre todo de la juventud, a la práctica religiosa y a la Religión misma. Confundimos la pertenencia a una hermandad, a una cuadrilla, a una banda, con ser miembros, con todo lo que eso conlleva, del Pueblo de Dios que es la Iglesia. Sin entrar en las causas que nos han llevado a esta situación (familiares, educativas, culturales, sociales…) pienso que las hermandades pueden, y creo que hasta deben ser, el espacio idóneo donde empezar a formar a los jóvenes, pues con el tirón que tienen, las cofradías son capaces de llegar hasta donde otras instituciones no alcanzarían jamás. Ni a soñar que se echaran.

Recientemente  Monseñor Munilla, Obispo de San Sebastián, y refiriéndose a los resultados de la celebración de la JMJ en Madrid, decía que caeríamos en un error (del que la sociedad en general, y las hermandades en particular hemos adolecido) rebajando el nivel de exigencia a los jóvenes. Y ciertamente es así. Las hermandades siempre exigieron a sus hermanos jóvenes más de lo que exigen ahora. Nada del otro mundo, pero más que ahora. Quizás por miedo a perder la cuadrilla, o la banda, o el grupo de acólitos, muchas veces las hermandades hemos mirado para otro sitio cuando hemos visto que corneta, costal, cirial, blonda o lo que ustedes quieran ha sido el único interés. Y bendito sea Dios que los tenemos. Pero no nos podemos quedar ahí. Así, solo con esto, no hacemos Iglesia.

No se trata en absoluto de someter a nadie a un tercer grado. Se trata simplemente de proporcionarles, con  las herramientas que poseen las hermandades y su incuestionable atractivo, los recursos necesarios para lograr un mayor y mejor conocimiento de esas hermandades y de la Iglesia de la que forman parte.

El dicho de que “lo que se conoce es lo que se quiere” en el mundo de las cofradías se cumple como en ningún otro ámbito. Por eso se debe aprender a quererlas desde dentro y al mismo tiempo que se aprende a querer a la Iglesia. Y queriéndola aprenderemos a respetar, desde el Papa hacia abajo, a todos sus ministros, cosa que desgraciadamente no siempre ocurre en nuestro mundo cofrade.

Al parecer, los cursillos para dirigentes de cofradías han aglutinado a tantos cofrades que incluso se ha tenido que celebrar en un sitio más amplio. Ese es el camino.  Y si este cursillo ha tenido aceptación, ¿por qué no los va a tener para los jóvenes?
Ahora que todo comienza es el momento de mostrarles el camino, de  enseñarles a querer a las cofradías, a la Iglesia, desde sus raíces, desde sus entrañas, desde sus mismos cimientos.

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