Powered By Blogger

jueves, 24 de noviembre de 2011

RECORDANDO

“En las cofradías hay gente que medran para ocupar un cargo y otras que con su trabajo callado son los que las sacan adelante” (Francisco Robles)

No sé por qué al leer esta certera y obvia (por mil veces demostrada) reflexión del periodista Paco Robles, se me ha venido a la mente esos hermanos, unos conocidos, otros que pasaron más o menos desapercibidos, pero que fueron fundamentales en algún momento  de la Historia para sus hermandades. Especialmente en los malos momentos.
Ahora que noviembre empieza a declinar, cuando en el negro de los vestidos de nuestras dolorosas (alguna que otra más que vestidas de luto parecen disfrazadas para una noche loca de Halloween) van perdiendo intensidad y parecen clarear por la proximidad del celeste; ahora que conmemoramos a nuestros fieles difuntos, volvemos la vista atrás, que como dice la canción, es bueno a veces.
Y perfuman la memoria, cálida de alhucema e incienso quemados en el brasero de los primeros fríos, nombres de hermanos que están grabados a fuego en la lápida de la memoria agradecida de su hermandad; y otros cuyos nombres parecen velados por la gasa gris del olvido y el de la falta de reconocimiento a su labor.
No hace falta escribir sus nombres, todos sabéis quiénes fueron y quiénes son. Además, son pocos, muy pocos; dos, tres a lo sumo en cada cofradía, pero que fueron capaces de sostener  a pulso la grandeza de sus hermandades, que no residía en el patrimonio material precisamente, sino en la devoción  y abnegación demostradas en momentos no muy propicios.
Conocían a la perfección, como a la palma de sus manos toda la cofradía, desde donde se guardaban los pernos (¿qué sería una cofradía sin pernos?) de los pasos hasta a quién había de darle el sablazo cofrade para terminar de pagar la factura de la cera que, a 30, 60 y 90 ,vencía enseguida. Lo fueron todo a un mismo tiempo, priostes, mayordomos, albaceas de culto…Pero siempre a la sombra, en un discreto segundo o tercer plano, sin aspiraciones.
¿A cuántos hermanos mayores encumbraron? ¿A cuántos les sacaron las castañas del fuego de la falta de saber cofrade y de la carencia de recursos humanos, vulgo falta de gente para trabajar por la hermandad, vamos? ¿Cuántos golpes les pararon? ¿Y cómo se lo agradecieron? Hubo quienes se salvaron con un almuerzo homenaje y un pergamino. Pero otros se vieron condenados  al ostracismo.
Pero alguien siempre habrá quien los recuerde cuando llegue noviembre, pasando quizás entre los dedos las cuentas de un rosario (negro, por supuesto) para rogar a Dios por ellos, para que ellos rueguen por nosotros, ahora que ya gozan de la visión de Cristo y de la Virgen tal como lo vieron y lo soñaron aquí en la Tierra, en el rostro de sus imágenes queridas.
Descansen en paz en el Reino que  se supieron labrar en el servicio a su hermandad, a su parroquia y a la Iglesia de Dios en Huelva.
Porque pocas cosas habrán en esta vida más desagradecidas que la memoria de una cofradía, cuando les conviene.

1 comentario:

  1. Me has emocionado hasta hacerme llorar. ¡Verdades como puños!
    Enhorabuena por el deleite que siempre me es leer tu blog.

    ResponderEliminar