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jueves, 6 de junio de 2013

CRÍA CUERVOS...

Que dice aquí mi señora que para triunfar en este mundo hay que ser mala persona, que no hay justicia, y siempre ha mantenido que a los que peor se portan con los demás son a los que mejor les va en la vida. Yo me resisto a aceptarlo, pero  puede que hasta tenga razón. Y ya si nos referimos al mundo cofrade, y últimamente  visto lo visto, seguro que lleva razón. Aunque me duela dársela.

Siempre han existido y siguen existiendo celos y recelos entre cofradías, y lo que es peor, entre hermanos de la misma cofradía. Parece que esto sea consustancial al ser cofrades. A nadie se le escapa los desencuentros históricos, las malas relaciones, los litigios, unos absurdos, otros no tanto, que han hecho que esté permanentemente de rabiosa actualidad el viejo dicho de "ni fías ni porfías en cuestión de cofradías". Pero creo que con la inquina, con la falta de respeto, el poco estilo, con los malos modos y la malababa con que nos tratamos hoy en día para conseguir cualquier fin, sea moralmente lícito o no lo sea tanto, no tiene parangón alguno con lo que ocurría en otro tiempo. Igual estoy equivocado, pero me malicio que no.

Hoy hay directores que matarían por quitarle el  contrato a tal o cual banda, firmando por tal o cual hermandad, que mientras cobren más barato  se dejará querer . Hoy hay floristas que para abrirse mercado ( y más como están las cosas y si hablamos de negocios) que hasta venderían a su madre en una mala rifa. Hoy hay capataces que no dudarían en remover una junta de gobierno, y moverle la silla al propio hermano mayor usando a "sus" costaleros, que a lo mejor desconocen el devenir de la hermandad y votan según los intereses de su amigo el capataz que puede temer perder el martillo....Pero lo peor es que hay miembros de juntas de gobierno que harían todo esto y más con tal de lograr una foto en un periódico, aunque sea de los gratuitos, y no digamos ya veinte segundos en "prime times" en una televisión local. Vamos que es que se pirran por tener algo de notoriedad, que en otras latitudes entendería, pero ¿qué posición social tienen aquí los hermanos mayores? Y si me apuran, ¿qué relevancia ni prestigio social tienen aquí las cofradías, se nos tiene en cuenta para algo?

 Lo triste es que para llegar a esto no le habrá importado dejar en la cuneta a quienes a lo mejor valen más que él y encima le habrá pisado el cuello a quien lo trajo a la hermandad y lo crió a sus pechos. Que es lo que más puede doler en el alma.

Y aquí sí que no hay prebendas, ni privilegios, ni distinciones. Ocurre lo mismo en cofradías con siglos de existencia, más explicable (no más lógico), pues la convivencia se deteriora con el tiempo, se forman grupos más afines unos que otro; incluso familias que tradicionalmente han pertenecido al gobierno de la hermandad, y aun habiéndolas  sostenido en tiempos de decadencia, que todo hay que decirlo,  muestran distintos criterios a la hora de dirigirla. Pero es inexplicable que esto ocurra también en hermandades de reciente creación, entre cofrades jóvenes que se han criado juntos, que han  visto nacer y dar sus primeros pasos a su hermandad, que han crecido con la ilusión de ver hechos realidad los primeros proyectos,  los primeros logros... Pero que en el preciso momento de renovar en unas elecciones a la primera junta de gobierno que tiene la hermandad, en términos taurinos "a la primera y sin descabello", ya empiezan a mostrarse con la misma sinrazón que  otra hermandad multicentenaria. ¿Cómo es posible esto si no les ha dado ni tiempo de pelearse? Los que se criaron como hermanos, que convivieron como tales, ahora son enemigos; ni se hablan, ni se miran. Y si no existiera de por medio algo de buena educación en muchos de ellos, llegaría a verse algún bochornoso espectáculo, mucho más lamentable.

 Aquí, en la hermandad nueva, nadie trajo a nadie, todos fueron aprendiendo de esto al mismo tiempo; unos se comprometieron más y otros menos; unos quisieron la hermandad de una manera y otros la pretendieron de otra , en igualdad de condiciones, a un mismo tiempo. Pero, ¿y cuando ocurre que quién te da la puñalá trapera es alguien que tú mismo has traído a la hermandad, que le has abierto las puertas de par en par, que le has permitido llegar, sin que nadie te obligara, hasta donde a ti jamás te permitieron llegar cuando empezabas, que les enseñaste lo que ni a tus más allegados les enseñaste nunca, que les allanaste el camino, que lo defendiste ante las críticas de los que veían venir el puñal traicionero mientras tú estabas en Babia, que confiaste en él, o en ella? Esto lleva un dolor añadido difícil de explicar, un IVA emocional costoso y cruel que mina y cuestiona para siempre tu anterior dedicación en alma y vida a la hermandad, un pago de Judas, un golpe de Caín que difícilmente podrás superar. Y algo que te hará mantener receloso y desconfiado para los restos, para siempre. Lo que antes era entrega generosa y feliz, proyectada hacia el futuro con ilusión colectiva se torna cicatería, medición de tiempo dedicado, comparaciones odiosas, ranking de disponibilidades entre hermanos, a ver quién viene a trabajar y quién no, como si se tratara de dirigir una empresa y no una cofradía....
Después de esto, ya nada será igual, no habrá reconciliación, ni posible componenda. Son heridas que cicatrizan difícilmente, o nunca. Actitudes que le allanan el camino a la mediocridad en cualquier hermandad. Eso y no el hecho de que aparten a alguien válido es lo que torturai verdaderamente , es la amarga decepción de criar cuervos para que te saquen los ojos....Y mientras te los saquen a ti, bien está.


 Pero lo cierto y verdad  (y lo más triste) es que al final quien se queda ciega, a quien verdaderamente le sacan los ojos es a la cofradía. Y qué desesperanzador es comprobar con la inusitada frecuencia con que actualmente se ven las navajas acechando en los más oscuros callejones de la peor Semana Santa. Eso no es Semana Santa. Esas no son cofradías. Eso no es Igesia.

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