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jueves, 6 de diciembre de 2012

ESA INMACULADA TAN NIÑA



"Si la palmera pudiera
   volverse tan niña, niña,
    como cuando era una niña
   con cintura de palmera
     para que el Niño la viera"


Cada vez que leo este sencillo poema de Gerardo Diego, este sencillo villancico, tan infantil, tan ingenuo, la memoria siempre me devuelve la imagen procesional de la Inmaculada Concepción de María de la parroquia de la Purísima Concepción de Huelva. Y no sé por qué. O a lo mejor, sí que lo sé.

Porque esta bendita imagen es como una palma "alta y encumbrada que hasta el cielo llega con su gran poder", según la voz ancestral de unos campanilleros. Porque es "tan niña, tan niña" y tan fina, tan fina, que el breve aro de una pulsera podría abarcar el tesoro preservado de su cintura, sucinto y precioso sagrario en barbecho donde con el tiempo se haría carne el Divino Verbo, y realidad los Decretos del Eterno para que así habitara entre nosotros.

Es esta sagrada imagen reflejo de la inocencia que ruboriza sus mejillas, entre el temblor de sus zarcillos, al sentirse aclamada en su pureza, en la que todo un Dios se recrea.

Desde su altura de palma dorada e inalcanzable nos mira con el gesto de divina altivez de quien se sabe la elegida por Dios, la privilegiada, la preferida del Padre, la que cada ocho de diciembre viene derramando su Gracia desde el trono de su paso entre los repliegues celeste y oro,  cielo y sol, de su manto, arrullada por la música más sublime entre el aroma de las rosas que la adornan; y encarnando, en imagen tan frágil y menuda, la grandeza de todo un Dogma de fe. Esta sencilla doncella es, además, imagen reflejada de su propia hermandad, tan nueva, tan joven, tan niña..... Y tan grande al mismo tiempo.

Y es que esta hermandad, a pesar, o mejor dicho, gracias a su juventud y sin ningún tipo de complejos heredados, ha sabido reverdecer una devoción, en su tiempo de velo negro, rosario y misal en la penumbra del templo, en una epifanía celeste a plena luz, sacándola a la calle. Han renovado y puesto al día el fervor inmaculista, quizás un tanto empañado su brillo con el paso los años. Han actualizado con vigor el valor de las hermandades de gloria ( que no todo va a ser Semana Santa).

Han bruñido dándole nuevo brillo al acero de la espada y han alimentado con nueva luz la llama del cirio que acompaña en la memoria a la bandera blanca de un voto que la ciudad de Huelva juró defender, esta Huelva que adelantándose en el tiempo quiso, supo y pudo levantar, hace ya casi quinientos años, el primer templo en el Mundo dedicado al glorioso y gozoso misterio de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora, antes, mucho antes que fuera declarado Dogma de Fe. Herederos de aquellos devotos de la Virgen María es ahora esta hermandad de la Inmaculada y Triunfo de Cristo.

Y eso que su hermandad es tan joven. Y eso que su imagen titular es tan niña, tan niña, como quería volverse la palmera en el poema de Gerardo Diego.


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