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jueves, 7 de noviembre de 2013

COFRADES DE LA NEW AGE

Que traducido resulta cofrades de la nueva ola, o pijocofrades, dicho sea sin ánimo de ofender, término acuñado por mi muy admirado periodista D. Carlos Navarro Antolín para designar a esta nueva raza de cofrades, y añado yo que no cofrades de raza, que ha irrumpido y con fuerza en el panorama cofrade universal, nacional, regional y mucho me temo que también local. Es decir, que de esta epidemia aquí no se libra nadie.

Hasta ahora conocíamos y nos habíamos ocupado de los canikofrades y de  los rancios, pero a diferencia de ellos, a los pijocofrades ni les gusta esto, ni les duele, ni les va ni les viene, ni nunca lo han llevado ni lo llevarán en la masa de la sangre. Son advenedizos temporales que consideran a las cofradías como un medio de promoción, una pasarela donde mostrarse, donde vender su imagen, imagen no sagrada precisamente.

Creen ellos que las cofradías son clubes sociales a cuya selecta directiva tienen que pertenecer a toda costa, por pantalones, o sí o sí. Cuanto más popular o notoria sea la cofradía, más aspirantes de esta calaña tendrán. Pocas veces los veremos medrar en cofradías modestas o de poco tirón.

Lejos de los canis y los rancios, el atuendo que los identifica es actual y estudiado, presentan un look un puntito transgresor, pongamos que traje de buena marca azul clarito, o chaqueta beige con zapatos de color, nunca negros, no vaya a ser que los confundan con los rancios, de los que se quieren apartar ya que representan el pasado y ellos se postulan como el futuro (pues  vaya un futuro). Son tan versátiles que lo mismo adquieren un look pepero, con corbatas lisas de colores ácidos y con el nudo gordo, grande como el sillín de una Vespa (copyrigth Antonio Burgos), o uno más casual (léase cásual) más próximo al prototipo socialista descamisado...  Descamisado de camisa Ralph Lauren y pantalón de Tergal, eso sí.

Esta versatilidad, este camaleonismo les viene de familia. Porque aunque algunos sean pijocofrades de nuevo cuño, surgidos por generación espontánea, la inmensa mayoría son descendientes directos de aquellos que vivieron toda su vida arrimados al perol del poder, primero del franquismo y luego del socialismo. De ahí que a estos jóvenes, y otros ya no tan jóvenes, no se les conozca ni oficio ni beneficio. Pero han conseguido okupar un puesto de trabajo sin pasar por oposiciones ni por prueba alguna de nivel ya que accedieron a ese puestecito de trabajo, normalmente en la administración, al mismo tiempo que la tecnología digital, es decir, a dedo.

 Eso sí, son especialistas en la realización de másters, y por eso quieren dirigir a la hermandad como si fuera una empresa, la quieren llevar con la frialdad del que solo busca beneficios en el balance final del año, mayormente el suyo, claro está. Nunca tendrán en cuenta la opinión de los que saben, ni mucho menos apoyarán (antes bien, se reirán de ellos) a los que se han hecho cofrades en las entrañas, cálidas de hogar, de la hermandad, a los que considerará unos muertos de hambre que, pobrecitos, no han tenido otra cosa mejor que hacer en sus vidas los muy desgraciados que trabajar y entregarse en cuerpo y alma a sus hermandades. Recelosos de esa fidelidad no pueden entender que la cofradía para estos cofrades que ellos denominan rancios o, despectivamente, los de siempre, sea literalmente su vida. Es más, intentarán anularlos por todos los medios, se vea o no se vea perjudicada la hermandad.

Ellos saben que su fuerza, que su poder estriba en granjearse la confianza de los descontentos con la junta en ejercicio, aunque luego en privado se carcajeen de ellos y los despellejen vivos, pero eso sí, fraternalmente en Cristo. Porque más que inteligentes son listos; más que simpáticos, encantadores de serpientes que saben pescar como nadie en las aguas donde proliferan y nadan los mediocres, de los que no tendrán empacho en servirse. Sonrientes como políticos en permanente campaña electoral, pero albergando por dentro una muy malísísima mala leche, y un "ya llegaré yo, ya me las pagarás" perpetuamente en sus cabezas. Como si hubiera que defenestrar incluso a los propios fundadores de una hermandad, ¿a ellos qué más les da, si esto no les preocupa? Dilapidadores de herencias, de estilos, de personalidades, en las cofradías a dónde acceden queriendo dejar su impronta.

Prometedores de mantos bordados, coronaciones canónicas y hasta de capillas propias si llegan al poder. Teóricos de la Semana Santa sin raíces delante de una copa de balón en pubs de moda, y doblegadores de voluntades grises a base de convidás. Márketing puro.Defensores y adalides de la democracia en las hermandades que obligue a la alternancia en los cargos, pero en la que después no creen, o creen hasta que llegan ellos y automáticamente cambian de opinión y se agarran a la vara como si en ello les fuera la vida.
Porque lo que se dice en puridad trabajar por su cofradía no han trabajado nunca, ni se les espera. Alguna gestión de guante blanco, la subvención de algún cartel, de alguna publicidad para el boletín...Pero las malas noches para los mayordomos y los priostes. Y de abrir la cartera, más bien poco, como no sea en campaña electoral en la puñetera barra del bar de la casa hermandad.

Tampoco son ellos muy de quinarios, ni de triduos, ni besamanos, ni besapiés, ni misas de domingos... Pasan por los cultos como de puntillas. Van como si tuvieran que fichar en una fábrica, compromiso puro, como para justificar su asistencia y poderle echárselo en cara, si se tercia, al que no fue, cuando a lo mejor el que no fue a los cultos hace más por la hermandad que el pijocofrade durmiendo.  Sin embargo, a lo que no suelen fallar es a la comida de hermandad, allí se mueven como pez en el agua, saludando de mesa en mesa como novios en banquete de bodas. Y a los postres, cuando la ingesta de licores ha alcanzado su nivel adecuado, en más de una ocasión han hecho sonrojar al hermano mayor contando chistes fáciles de curas, obispos, del papa, y de todo lo que se menee y lleve sotana en la Iglesia, en presencia del predicador de turno, aunque uno de los placeres favoritos de esta ralea es hablarle de tú a los curas, eso les disloca, es que se derriten de gusto, lo más de lo más, demostrando una falta elemental de educación (otra cosa es que el sacerdote le apee del tratamiento).

Este nuevo espécimen aún no ha dado aquí su verdadera cara, pero sí que ha demostrado ya sus habilidades en culturas cofrades superiores a la nuestra. Y el resultado ha sido devastador, desde dejar a la hermandad con la grave hipoteca  (además de en lo económico) de una gestora impuesta (ahora se dice comisariado), hasta  hacer saltar por los aires la paz social de hermandades enfangándolas en procesos electorales que las dejarán divididas y enfrentadas por mucho tiempo.
Así es que, por la cuenta que nos tiene, estemos precavidos, vacunémosnos contra esta incipiente pandemia, pensemos antes de votar a quiénes metemos en nuestras juntas de gobierno, que luego sacarlas de la vida de las hermandades, por su forma de actuar, es difícil, doloroso, y a veces, ya muy tarde. Porque hablar de la formación cofrade y religiosa de esta nueva ola de cofrades daría para otra larga, larguísima reflexión. Y la verdad que da pereza. No hay ganas. Quizás en otra ocasión. Ya por hoy con esto tenemos bastante.

1 comentario:

  1. Caballero, mi más sincera enhorabuena por sus sabias palabras, no lo ha podido describir mejor. Esta lacra se está imponiendo en el panorama cofrade y no está de más, por lo menos, "retratarles".

    Saludos de un cofrade de Hellín, la Ciudad del Tambor, afincado en Valencia.

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