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domingo, 2 de febrero de 2014

PREGONCILLO DE LA LUZ NUEVA

Hoy renace la luz. Hoy, la luz que amanece sobre Huelva parece purificada, como la Virgen en el templo, como si a la Pureza le hiciera falta purificarse de nada, como si hiciese falta alumbrar a la luz.

 Hoy la nueva luz parece surgida, rosa y transparente, de la cumbre roja de un cabezo, o de la cresta de espuma de una ola . Hoy es el día de la Candelaria.

Esta estrenada luz que va arañando minutos a la oscuridad, que se va alargando en los días, parece de miel aterronada que superando los últimos fríos de enero, al tibio calor del sol de febrero, comienza a diluirse para almibarar las emociones presentidas de una nueva Semana Santa.

 Esta nueva claridad irá esmaltando otra vez los blancos y azules en los azulejos de las torres de San Pedro y la Concepción, bruñendo el bronce de sus campanas y templando a fuego las cruces de las veletas.

Porque esta renacida luz, aún niña, filtrándose en la nube de polvo gris oleoso dispuesta sobre la frente de un miércoles de ceniza, confirmará su fe en la Luz Verdadera en la mañana luminosa de cualquier función principal de Instituto. Vestirá de domingo las cercanas tardes de Cuaresma. Se hará joven y atrevida, alargará las sombras de los naranjos por la calle San José, irá dorando azahares para que a su tiempo debido nos ofrezcan su anual y efímero pregón de aromas. Trepará, intrépida azalea, cada día un poco más alto los muros de los templos hasta colarse por algún vitral y herir con su beso cálido el pie de algún Cristo expuesto entre cirios y claveles.

 Al poco, esta misma luz, pero más hecha y madura, al borde casi de su cénit, forjará siete puñales de ilusión cuando llegue el viernes de la espera, elevando un esplendoroso cántico de vísperas. Y cuando surja la mañana espléndida y dorada  de un nuevo Domingo de Ramos, rizará palmas por un porche y atravesará disociándose en mil colores los prismas poliédricos de las cuentas en los rosarios de una virgen, casi niña, que viene de paseo al centro de la ciudad por una alameda de ensueños.

Trenzará con hilos de oro la soga con la que el barrio de la Hispanidad hará cautivo a su Cautivo. Se hará luz íntima, familiar, para colorear en sepia la vieja estampa de una cofradía en las callejas de nuestros barrios, la misma que verá salir fugazmente la cruz gótica que precede a un Cristo que empieza a camina hacia el Calvario.  Se suspenderá del horizonte por poniente hasta detener el atardecer malva sobre las salinas de Bacuta para ver cómo la Pasión de una ciudad desciende hasta ella cada Martes Santo y bajará por una rampa, espesa y rojiza, dejando en la tarde una estela como de sangre.

Bailará entre varales una danza de soles, bajo un cielo de terciopelo azul, sobre una pleamar de terciopelo verde, en las coronas  de la Victoria y la Esperanza. Verdeará olivares prendidos por el Carmen, palmeras por la Merced y temblará de frío al alumbrar la hojilla de un manto por la calle Puerto; y palidecerá, por temprana, cuando sorprenda una mañana santa de viernes, rotunda y solemne, al Señor, Nazareno de las estrellas trayendo el alba a cuestas, teñido de aurora por la calle Marina y con Huelva por testigo.

Y esa misma luz, la que fuera de miel, ahora es de tinieblas, de hiel, en los perfiles curvos de una urna dorada, y se tornará luz negra en los mantos de las Soledades.

Esta luz, cumplida ya su misión, morirá cuando Cristo resucite. Luego renacerá otra vez.... Pero ya no será la misma, será otra distinta, transfigurada de marismas, que alumbrará romerías, que hará verano...

 Pero esta que nace hoy y que irá creciendo hasta alcanzar la Semana Santa, ésta, morirá hecha una cinta de oro, dispuesta como un sudario, sobre los brazos de la cruz de forja que hay en la puerta de un santuario, allí se postrará, donde acaba el Conquero, donde Huelva espera alcanzar la Gloria infinita:  postrada a los pies de la Virgen de la Cinta.

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