Con la misma emoción, con la misma inquietud y con
la misma ilusión, aunque quizás con mayor responsabilidad que aquella primera
vez que la juré cuando tenía veintidós años; pero el sábado que viene, el día
nueve de mayo de dos mil quince, voy, otra vez, a jurar bandera.
Quiero jurar bandera otra vez por convicción y en
recuerdo de aquel tiempo, tan feliz en mi recuerdo, que viví a su sombra
sirviendo a España en el cuerpo de Artillería.
Voy a renovar de esta manera mi compromiso de
fidelidad a la misma bandera roja y gualda que juraron mi padre y mis abuelos,
en presencia de mis hijos, a quienes he intentado transmitir el mismo amor por
mi nación y por su historia, tantas veces gloriosa, alguna vez azarosa, y que
sin cuyo conocimiento no se podría entender, para lo bueno y para lo malo, la
España actual.
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Juro de nuevo bandera por encima de trasnochadas
ideologías, alejado de cualquier connotación partidista o política, solo la
idea de España, de esta España real, plural en lo cultural, rica en su variedad,
la insular, la peninsular, la urbana, la rural, la Madre y también en algún
momento la madrastra... La heroica, la inalcanzable España del Siglo de Oro; la
que tomó el color en los pinceles de Velázquez, Murillo, Zurbarán; la de Dalí y
Picasso; en la que escribieron su historia mojando sus plumas en oro, y a veces
en sangre, Cervantes, Lope, Bécquer, Rosalía, los Machado, Lorca, Juan Ramón o
Cernuda, Pemán o Alberti, la misma España de Blas de Otero y de Muñoz Seca...
Una nación que dieron forma desde sus ancestros
tantos y tan distintos pueblos, tantas culturas, cuya suma de todas la hicieron
una vez noble, valiente, independiente, atrevida e indómita.
Juro la bandera de España plural, sí, no de
pensamiento único; pero que sueño única y unida siendo fiel a Ella misma y a su
mejor historia.
Juro como católico, en el respeto a todas las demás
religiones, pero queriendo defender las raíces cristianas que cimentaron una
patria que tantos doctores, santos y mártires ha dado a nuestra Santa Madre la
Iglesia y rogando a la Inmaculada Concepción, Patrona de España, nos mantenga
siempre en nuestra misma fe.
Quiero con este gesto de besar la bandera ratificar
mi filial devoción a la nación, aunque la sepa ingrata, la que se vanagloria de
pagar peor a sus más fieles, la que parece ancestralmente empecinada en
autodestruirse, la que se recrea en cantos de sirenas y desoye la voz de su
propia grandeza; donde sale gratuito insultarla, la que permite que una actriz
de tercera, o un poeta de primera, o a cualquier antisistema que vive del
sistema, amparados en la misma libertad constitucional que ella les ofrece, puedan
ultrajar a su bandera, acallar con gritos su himno y hasta despreciar a su
mismísimo jefe del estado, al rey de España.
La bandera de
una nación que se deja ningunear por cualquier dictadorzuelo hispanoamericano.
Y sin rechistar. La que siendo parte y fundamento de Europa, Europa la mira con
recelo.
Quiero honrar a la misma bandera que sacamos con
alegría y celeridad para celebrar cualquier triunfo deportivo, pero que luego
nos avergüenza mostrar en otros momentos, los más.
Somos capaces de ponernos una camiseta con la
bandera de otra nación, antes que con la nuestra.
Juro bandera y la juro aquí, en Huelva, en mi
tierra, cerca de la misma orilla y bajo
el mismo cielo que un día viera partir las tres carabelas hacia tierras
desconocidas y cuya gesta le daría a España la gloria de ser un imperio hasta
entonces desconocido. Nación de naciones, Madre Patria, la que fue respetada en
todo el orbe y temida por el enemigo; la que abrió caminos, la que llevó
nuestra lengua, nuestra cultura y nuestra a fe a un Nuevo Mundo.
Quiero honrar a mi nación representada en su
bandera, aunque a algunos, o a muchos, le pueda parecer un gesto decadente,
desfasado, antiguo, cuando en realidad no hay nada más nuevo que renovar,
rejuvenecer el amor y el respeto por lo que se quiere, España.
Quiero
sencillamente rendir un homenaje a este suelo y a este cielo que nos vio nacer,
sin querer convencer a nadie, sin intentar que nadie se enganche a mi banderín;
quiero unirme a los que habiendo nacido en ella o los que naciendo lejos se
sienten hijos de una misma España unidos
bajo la misma bandera, sangre y oro, que nos abraza.
Hoy, como hace ya treinta y tres años, besando la
enseña nacional diré lo mismo que entonces dije, y poniendo a Dios Nuestro
Señor por testigo: Sí juro. Espero que algún día me lo premie y nunca me lo
demande.
Y que me tachen de lo que quieran. ¡Viva España!