Confieso que perdí el tren de la Postmodernidad y que me quedé tirado para siempre en el andén de la perplejidad (y con cara de incredulidad) cuando leí, hace unos años ya, la crónica taurina del día en un periódico supuestamente serio y tradicional. En la susodicha crónica, para referirse a los colores de los vestidos de torear de los diestros, donde antes decía, por ejemplo, tabaco y azabache, catafalco y plata o nazareno y oro, ahora ponía verde caribe y oro, celeste amanecer y plata o azul noche de luna. Como lo leen.
Aquella cara de estupefacción (o de gilipollas) que se me
quedó no ha podido ser superada hasta
hoy, cuando he visto en las redes sociales con estos ojitos, madre, que se han
de tragar la tierra, la celebración de un desfile de moda costalera. Como lo
oyen. Con dos cojones.
Cada uno puede hacer lo que se le antoje. Cada hermandad
puede organizar cuantas exposiciones y muestras cofrades les pueda venir en
ganas. Y cada ayuntamiento puede tirar su dinero, perdón, subvencionar con
dinero público las actividades que crean oportunas. Pero, ¿no hay nada mejor
que hacer? ¿No tienen las cofradías terrenos más propios, y legítimos, dónde
arar? ¿No hay en nuestros pueblos y ciudades, y con la que está cayendo,
mejores argumentos para que los ayuntamientos puedan dilapidar mejor el erario
público?
Si a esto le añadimos que siempre hay alguien que quiere
ganar dinero a costa de la Semana Santa, tendremos las coordenadas precisas
para que asistamos a esperpentos como el que recientemente hemos visto en
Gibraleón, y que hace ya unos años pudimos ver en La Palma.
Pero ya puestos, este desfile se me antoja escaso, pobre,
poco ambicioso. Podemos aspirar a más. Siempre queda margen para la creciente
majadería cofrade, por qué conformarnos solo con esto, con este despropósito.
Yo propondría algo de tal magnitud que la Pasarela Cibeles se quedara en
pañales, algo tan grandioso que en Milán y París no salieran de su asombro y se
quedaran temblando de la envidia. ¿Por qué no?
Imagínense una pasarela enorme, larga, que cogiera toda la
Carrera Oficial, adornada con telas de damasco rojo (nada más cofrade que el
damasco rojo). En una gran tribuna se situaría, para que no hubiera problemas,
todas las bandas de la ciudad, subvencionadas por el Ayuntamiento, tocando
alternativamente las marchas de títulos más retorcidos y con solos que duraran
seis o siete minutos por lo menos. De tanto en cuanto, unos microdifusores,
como los del agua en las terrazas de los bares en verano, esos que te empañan las
gafas, estratégicamente distribuidos a lo largo de la pasarela, exhalarían el
imprescindible olor a incienso para estos casos.
Mientras, por la
megafonía, gentileza de El Corte Inglés, repartida por todo el itinerario, se
iría oyendo las propuestas para la moda Cuaresma 2016, que según dicen los
entendidos viene de escándalo.
Sería algo así: La
hermandad del Cristo de los Moratones presenta el modelo Cielo Estrellado bajo
la Luna de Paresceve. (Aplausos al aparecer en escena el costalero, o costalera)).
Consta de pantalón blanco confeccionado con lino de las orillas del río Jordán,
con rodilleras reforzadas con guata del Monte Olivetti. La camiseta, de finas
tirantas de un dedito de anchas, presenta un generoso escote. Divina. En la
sisa de la izquierda, muestra una protuberancia de gel perfumado para que
absorba el sudor cuando el costalero vaya paseándose agarrado a la novia, y no
la moje.
El costal, tejido con auténticos sacos de café de Juan
Valdés, ha sido enriquecido con aplicaciones de Bruselas confeccionadas en
Velasco. La morcilla, presenta dos posibles variantes, o de Burgos, o de
Jabugo, más propia esta última para cofradías de silencio, al ser realizadas
con productos de pata negra,
La faja, de exactamente cuarenta y seis centímetros y ocho
milímetros de ancha, y que ha sido trenzada a mano, presenta un gracioso
bolsillito para guardar el móvil entre chicotá y chicotá, Los flecos son de
canutillo alternando con otros de caireles. Una cucada.
Las alpargatas presentan en su factura un regreso a los
orígenes. Las suelas, hasta hace poco de goma realizadas por Recauchutados
Onuba, vuelven a ser de esparto, pero presentan la novedad de tener una doble
plantilla, para que una vez igualados por el capataz, puedan quitarse una e ir
más aliviaítos. Fantásticas.
Pero – sigue la voz en off por megafonía- reclamamos vuestra atención a la línea de
complementos que presenta este año la hermandad de los Moratones. Especialmente
en la sudadera tejida en tul ilusión sobre malla de oro fino para no coger frío
al salir del paso. El escudo estaría bordado en oro y sedas a realce por los
célebres diseñadores Suspensorio & Chumino. Y muy especialmente, reparen en
los perfumes de nuevo lanzamiento: Aau de Mars, con olor a sudorina
incorporado, ideal para una tarde de calor para hermandades que salgan con la
solana en lo alto, y el más refinado Aires de Ruan, más serio y distinguido.
Mención aparte merece la novedad del bolsito hecho con abacá
traído de las orillas del lago Tiberiades donde la multiplicación de los Panes
y los Peces. Lógicamente para guardar el bocadillo.
O la funda para las gafas de sol, con incrustaciones de
cristales de Swarovski, y que quedan fenomenal, una chulada, monísimas, sobre
la visera del costal tapando los ojos. Un amor.
El público que abarrota los palcos, y al grito de “esto sí
que es, una pasarela, esto sí que es, una pasarela…” prorrumpe en un delirante
aplauso cuando en la revirá de una esquina, el costalero da dos izquierdazos y
sale decidido perdiéndose por otra calle de la pasarela. Algo digno de ver.
Grandioso el desfile. Gran éxito de crítica y público, sobre
todo con el modelo presentado por la hermandad de la Virgen de las Ojeras que
se llama Sueño Decimonónico, con el costal muy suelto, dejando casi ver las
orejas, y casi el cuello, al costalero, muy novedoso. Algo inenarrable. No
tanto el presentado por la Hermandad de los Amigos de Jesús, mucho más severa y
sencilla, con poco glamour. Impropio de este nivel de elegansssia y caché y de
tanta categoría.
Tan exitoso ha resultado este pase de modelos que ya se
piensa en otra edición para hermandades de gloria, mucho más abierto e
informal. Se baraja el posible nombre de Gloria Secret, donde los modelos,
costaleros y costaleras, desfilarían en bragas y calzoncillos blancos y con
alas de fantasía. Y, claro está, con el costal puesto. Puede ser un pelotazo
tremendo. Al tiempo.
Tan solo hubo un incidente que lamentar en esta primera
edición de la Costal Fashion Wewek, nada reseñable. Pero resulta que al
finalizar el desfile se pidió al público, que asistía gratis al evento, un euro
para obras sociales del Consejo y un Ave María para finalizar el acto y hubo
tal estampida que esta huída despavorida se saldó con dos heridos leves y un
amago de infarto. Nada, como digo, de importancia.
Aunque parezca exagerado, querido lector, este artículo solo
quiere ser una llamada de atención, el botón de muestra de las idioteces que se
están produciendo en torno a las cofradías, que si bien no las pone en peligro
de desaparición (las cofradías hemos salidos de cosas muuuuccho perores que
estas) sí que las están desnaturalizando a marchas forzadas. Son muchos ya los
desatinos, las impropiedades que se están viendo en este, todavía para mí,
bendito mundo, desdibujándolo, desnortándolo.
Me duele escribir esto. No quiero que los buenos cofrades,
mejores costaleros, para los que la ropa de trabajo (¿Verdad, Jerónimo?) es tan
sagrada como para otros la túnica o el terno negro, o el uniforme de músico, se
puedan molestar. Los otros, los costaleros de pasarela, me importa un carajo
que se ofendan.
Estamos perdiendo el norte. En esto, como para otras tantas
cosas de las cofradías, o cambiamos dándole a su dirección un golpe de timón, o
le vamos a tener que pedir a Susana, nuestra señora, que urja a la Junta de
Andalucía la creación de de un Centro de
Interpretación de las Cofradías, porque de aquí a ná, no las va a reconocer ni
la madre que las parió. Si tenemos cojones de reconocerlas ya.