De haberlo conocido y estudiado, Félix Rodríguez de
la Fuente seguro que lo hubiera denominado científicamente como Homo Cofrade
Inactivus, pero como no se dio el caso, lo llamaremos con un nombre más corriente y al uso como es
el de haragán. O mejor jaragán, que es más expresivo y contundente.
Este espécimen que toda la vida ha habitado y sigue
habitando (no me digan que no) en las cofradías, no suele aparecer mucho por la
hermandad, más bien poco, sobre todo en épocas de mucho trabajo, no vaya a ser
que de rebote le toque hacer algo. Sin embargo, sí que se deja ver más, tampoco
mucho más, en periodos de poca actividad en el almacén y en la casa de
hermandad, siempre que la casa tenga barra de bar.
Este singular pájaro suele emigrar con frecuencia a
parajes más tranquilos en el preciso momento que se empieza a sacar la plata de
las vitrinas para preparar la salida o que haya que limpiarlas para volverlas a
guardar. Missing.
Un muy serio estudio de la Universidad de Oklahoma
en colaboración con la de Berkeley, ha llegado a la conclusión de que el
jaragán sufre y padece una severa alergia congénita al Tardni Shiel, al Sidol ,
al Algodón Mágico y a la bayeta, aunque sea de esas de microfibra tan buenas
que vende a un euro el Mercadona. La sola visión de una espátula para raspar la
cera del suelo de la iglesia le produce tal reacción que hasta le salen
sarpullidos por todo el cuerpo, a más de uno he visto yo al borde de un
síncope, e incluso se ven cruelmente expuestos a un fallo multiorgánico de
impredecibles consecuencias y que hace que el pobre tenga que marcharse,
piam-piam, a su casa, muy a pesar suyo...Pero hijo, la salud es lo primero (y
la Lanzada, los Estudiantes y Pasión, después).
Pero cuando este gandul sí que le da por aparecer,
es por la iglesia en los días de montajes del altar de quinario, o de la armá
de los pasos. Es que no falla. Puntual como un clavo.
La primera noche de montaje, hace su entrada después
de la última misa de la tarde. Y nada más llegar, como si viniera de hacer el
camino de Santiago, o el del Rocío, o de correr la maratón de Nueva York, coge
el primer banco de la nave central, desde donde mejor se ve el altar mayor, y
se sienta porque el pobre viene reventaíto. Pero se sienta doblando los codos
para atrás, como si fuera a bailar los Pajaritos, los apoya en el respaldo
dejándose caer, y poniendo los pies en el reclinatorio de delante, se arrellana
en su asiento. Porque el muy flojo no se sienta, se desparrama en el banco.
Muchas veces, de lo a gustito que está, dan ganas de llevarle una cerveza fresquita y
una platerita de aceitunas gordales...
Este Homo Cofrade Antecésor, antecesor del Homo
Vagus y muy relacionado con el Homo Friki (del que ya hablaremos en otra
ocasión) por su colosal indolencia es capaz de sacar de quicio y poner de los
nervios al prioste más comedido, más reflexivo y al más prudente. Sobre todo cuando
en pleno fragor de la batalla, cuando se está subiendo el dosel, o colocándose
el respiradero (sí, ese que pesa más que un mal casamiento) en la grada más
alta, cada vez más recostado en el banco, se pone a contar lo estupendo que ha
estado esa misma tarde el concierto en el Gran Teatro de la banda estrella que
está causando furor en el Top Ten de marchas cofradieras; o lo muy bien montada
que está la exposición de estrenos que acaban de inaugurar, y a la que los
priostes no han podido asistir (por más que quisieran) precisamente por estar
absolutamente desbordados y entregados al trabajo de la hermandad.
¿A que es para estrangular al jaragán con la cuerda
de subir el dosel, o darle en las costillas con la manigueta del respiradero,
con borla incluida? Además, sin problema. Porque después de un buen acto de
contrición bien explicado, el confesor seguro que lo consideraría pecado
venial. Y en un juicio sumarísimo estoy convencido de que el caso quedaría
sobreseído por enajenación mental transitoria del prioste. Su señoría lo
entenderá. Es que no es para menos. Porque semejante indolencia no hay
cristiano (ni Messi) que lo resista
Este imbécil suele tener cara de capullo, pero no se
lo crean, es solo apariencia, porque es listo, muy, muy listo, listísimo. Lleva
instalado en su cerebro una especie de microchip que le avisa con increíble
precisión del momento de irse de la iglesia, demostrando una fabulosa habilidad
para desaparecer haciendo mutis por el foro, despidiéndose a la francesa, con
la misma facilidad que mis hijos se esfumaban, se desvanecían más bien, después
de comer para no tener que quitar la mesa.
Ese momento ocurre normalmente cuando ya el trabajo
está encarrilado (aunque queden muchas horas para terminarlo totalmente) y el
hermano mayor o algún miembro de la junta se marcha ya y se despide del grupo de
priostía. Es entonces cuando el inútil saca toda su sabiduría poniendo en
marcha su maquiavélico plan de evasión. Y con la excusa de acompañarlo, porque
le coge de camino, se levanta del banco, del que no se había movido en toda la
noche ni para arrimar un candelero al altar, y se va con el hermano mayor, a
ver si le saca una copita y para irle contando los últimos chismes de los que
se ha enterado, porque a su condición de jaragán se le une también, con
inusitada frecuencia, la condición de cotilla, porque es capaz de dar más
noticias él solo en un minuto que la agencia Efe y la Reuters las dos juntas en
todo el día.
Y así va pasando este maula los días de una cuaresma cualquiera
, de montaje en montaje sin dar un palo al agua, viendo ensayos desde la acera comiendo pipas, sentado en un
poyete (él fue costalero, pero en la segunda chicotá del primer ensayo dice que
le dio un tirón en no sé qué vértebra y se retiró, y que desde entonces no coge
más kilos que los suyos, que los de su cuerpo quiere decir, que no son pocos. Pero
yo sé que lo largaron de la collá el fijador y el corriente de tercera por no
coger un kilo, y por su desapego al jabón y a la colonia).
También dice pertenecer a la Tertulia Cofrade Virgen
de la Cinta, pero no la Chiquita, no; sino la del muro, que está sentaíta y es
mejor.
Fijarse ustedes, como diría Lopera, si el tío es
perrángano, que dice que le tiene especial devoción a los apóstoles de la
Oración en el Huerto. Claro, como van acostados y dormidos...Pero el colmo de
los colmos del jaragán es que en más de una ocasión le he oído decir que el sitio
que más le gusta para ver una cofradía es la calle de los Tumbaos. Conociéndolo,
no me extraña ni mijita. ¿Con gente así como coño vamos a levantar cabeza en
las cofradías?
Esta especie, que siempre ha existido, últimamente
ha sufrido una mutación y se está convirtiendo en pandemia, afectando de forma
especial y con más fuerza a los jóvenes, a los que propongo que antes de
ingresar en el grupo de priostía se les sometieran a la prueba de fuerza de
subir al paso en tres minutos una tanda de candelería (si son de fundición se les permitiría hasta
cinco minutos) y si salen indemnes del terrible trance ya serán inmunes a este
peligrosísimo virus que está diezmando severamente la tradicional capacidad de
trabajo de muchos priostes... Y con la resistencia de sus repectivos sistemas
nerviosos para soportar en los montajes la ineficacia y las impertinencias de
algún que otro "ayudante", más jaragán que un choco.