Que traducido resulta cofrades de la nueva ola, o pijocofrades,
dicho sea sin ánimo de ofender, término acuñado por mi muy admirado periodista
D. Carlos Navarro Antolín para designar a esta nueva raza de cofrades, y añado
yo que no cofrades de raza, que ha irrumpido y con fuerza en el panorama
cofrade universal, nacional, regional y mucho me temo que también local. Es
decir, que de esta epidemia aquí no se libra nadie.
Hasta ahora conocíamos y nos habíamos ocupado de los
canikofrades y de los rancios, pero a
diferencia de ellos, a los pijocofrades ni les gusta esto, ni les duele, ni les
va ni les viene, ni nunca lo han llevado ni lo llevarán en la masa de la
sangre. Son advenedizos temporales que consideran a las cofradías como un medio
de promoción, una pasarela donde mostrarse, donde vender su imagen, imagen no
sagrada precisamente.
Creen ellos que las cofradías son clubes sociales a
cuya selecta directiva tienen que pertenecer a toda costa, por pantalones, o sí
o sí. Cuanto más popular o notoria sea la cofradía, más aspirantes de esta
calaña tendrán. Pocas veces los veremos medrar en cofradías modestas o de poco
tirón.
Lejos de los canis y los rancios, el atuendo que los
identifica es actual y estudiado, presentan un look un puntito transgresor,
pongamos que traje de buena marca azul clarito, o chaqueta beige con zapatos de
color, nunca negros, no vaya a ser que los confundan con los rancios, de los
que se quieren apartar ya que representan el pasado y ellos se postulan como el
futuro (pues vaya un futuro). Son tan
versátiles que lo mismo adquieren un look pepero, con corbatas lisas de colores
ácidos y con el nudo gordo, grande como el sillín de una Vespa (copyrigth Antonio
Burgos), o uno más casual (léase cásual) más próximo al prototipo socialista
descamisado... Descamisado de camisa Ralph Lauren y pantalón de Tergal, eso sí.
Esta versatilidad, este camaleonismo les viene de
familia. Porque aunque algunos sean pijocofrades de nuevo cuño, surgidos por
generación espontánea, la inmensa mayoría son descendientes directos de
aquellos que vivieron toda su vida arrimados al perol del poder, primero del
franquismo y luego del socialismo. De ahí que a estos jóvenes, y otros ya no
tan jóvenes, no se les conozca ni oficio ni beneficio. Pero han conseguido
okupar un puesto de trabajo sin pasar por oposiciones ni por prueba alguna de
nivel ya que accedieron a ese puestecito de trabajo, normalmente en la
administración, al mismo tiempo que la tecnología digital, es decir, a dedo.
Eso sí, son
especialistas en la realización de másters, y por eso quieren dirigir a la
hermandad como si fuera una empresa, la quieren llevar con la frialdad del que
solo busca beneficios en el balance final del año, mayormente el suyo, claro
está. Nunca tendrán en cuenta la opinión de los que saben, ni mucho menos
apoyarán (antes bien, se reirán de ellos) a los que se han hecho cofrades en
las entrañas, cálidas de hogar, de la hermandad, a los que considerará unos muertos
de hambre que, pobrecitos, no han tenido otra cosa mejor que hacer en sus vidas
los muy desgraciados que trabajar y entregarse en cuerpo y alma a sus
hermandades. Recelosos de esa fidelidad no pueden entender que la cofradía para
estos cofrades que ellos denominan rancios o, despectivamente, los de siempre,
sea literalmente su vida. Es más, intentarán anularlos por todos los medios, se
vea o no se vea perjudicada la hermandad.
Ellos saben que su fuerza, que su poder estriba en granjearse
la confianza de los descontentos con la junta en ejercicio, aunque luego en
privado se carcajeen de ellos y los despellejen vivos, pero eso sí, fraternalmente
en Cristo. Porque más que inteligentes son listos; más que simpáticos,
encantadores de serpientes que saben pescar como nadie en las aguas donde proliferan
y nadan los mediocres, de los que no tendrán empacho en servirse. Sonrientes
como políticos en permanente campaña electoral, pero albergando por dentro una
muy malísísima mala leche, y un "ya llegaré yo, ya me las pagarás"
perpetuamente en sus cabezas. Como si hubiera que defenestrar incluso a los
propios fundadores de una hermandad, ¿a ellos qué más les da, si esto no les
preocupa? Dilapidadores de herencias, de estilos, de personalidades, en las
cofradías a dónde acceden queriendo dejar su impronta.
Prometedores de mantos bordados, coronaciones
canónicas y hasta de capillas propias si llegan al poder. Teóricos de la Semana
Santa sin raíces delante de una copa de balón en pubs de moda, y doblegadores
de voluntades grises a base de convidás. Márketing puro.Defensores y adalides
de la democracia en las hermandades que obligue a la alternancia en los cargos,
pero en la que después no creen, o creen hasta que llegan ellos y
automáticamente cambian de opinión y se agarran a la vara como si en ello les
fuera la vida.
Porque lo que se dice en puridad trabajar por su
cofradía no han trabajado nunca, ni se les espera. Alguna gestión de guante
blanco, la subvención de algún cartel, de alguna publicidad para el
boletín...Pero las malas noches para los mayordomos y los priostes. Y de abrir
la cartera, más bien poco, como no sea en campaña electoral en la puñetera
barra del bar de la casa hermandad.
Tampoco son ellos muy de quinarios, ni de triduos,
ni besamanos, ni besapiés, ni misas de domingos... Pasan por los cultos como de
puntillas. Van como si tuvieran que fichar en una fábrica, compromiso puro, como
para justificar su asistencia y poderle echárselo en cara, si se tercia, al que
no fue, cuando a lo mejor el que no fue a los cultos hace más por la hermandad
que el pijocofrade durmiendo. Sin
embargo, a lo que no suelen fallar es a la comida de hermandad, allí se mueven
como pez en el agua, saludando de mesa en mesa como novios en banquete de bodas.
Y a los postres, cuando la ingesta de licores ha alcanzado su nivel adecuado,
en más de una ocasión han hecho sonrojar al hermano mayor contando chistes
fáciles de curas, obispos, del papa, y de todo lo que se menee y lleve sotana
en la Iglesia, en presencia del predicador de turno, aunque uno de los placeres
favoritos de esta ralea es hablarle de tú a los curas, eso les disloca, es que
se derriten de gusto, lo más de lo más, demostrando una falta elemental de
educación (otra cosa es que el sacerdote le apee del tratamiento).
Este nuevo espécimen aún no ha dado aquí su
verdadera cara, pero sí que ha demostrado ya sus habilidades en culturas
cofrades superiores a la nuestra. Y el resultado ha sido devastador, desde
dejar a la hermandad con la grave hipoteca
(además de en lo económico) de una gestora impuesta (ahora se dice
comisariado), hasta hacer saltar por los
aires la paz social de hermandades enfangándolas en procesos electorales que las
dejarán divididas y enfrentadas por mucho tiempo.
Así es que, por la cuenta que nos tiene, estemos
precavidos, vacunémosnos contra esta incipiente pandemia, pensemos antes de votar
a quiénes metemos en nuestras juntas de gobierno, que luego sacarlas de la vida
de las hermandades, por su forma de actuar, es difícil, doloroso, y a veces, ya
muy tarde. Porque hablar de la formación cofrade y religiosa de esta nueva ola
de cofrades daría para otra larga, larguísima reflexión. Y la verdad que da
pereza. No hay ganas. Quizás en otra ocasión. Ya por hoy con esto tenemos
bastante.
Caballero, mi más sincera enhorabuena por sus sabias palabras, no lo ha podido describir mejor. Esta lacra se está imponiendo en el panorama cofrade y no está de más, por lo menos, "retratarles".
ResponderEliminarSaludos de un cofrade de Hellín, la Ciudad del Tambor, afincado en Valencia.