Uno escucha nombrar la palabra Munitibar y se le
viene a la cabeza el nombre de alguna tribu perdida por esas sabanas de Dios,
en el África más profunda. Pero no, nada más lejos de la realidad. Munitibar es
un municipio vizcaíno, ergo español (por más coraje que a ellos les dé), que ha
saltado a la primera página de los periódicos por el dudoso honor de que un
fotógrafo haya hecho la proeza de
inmortalizar a una señora en cueros y con una capucha puesta, ¿tan fea era la
criaturita para taparle la cara?¿Tendría el flequillo cortao a bocaos, a lo
Nekane? No sabemos.
Nada que
objetar a la foto (que me niego a reproducir); si no fuera porque la escena se
desarrolla dentro de un templo católico, consagrado y abierto al culto.
Anda que no habrá sitio para retratar a una señora
con el perrengue al aire. Mira que no tendrán las Vascongadas rincones
maravillosos para que D. José Ángel Uberuaga, que así se llama el "artista"
en cuestión, pudiera fotografiar a una señora enseñando el parrús.
Es más, podría aprovechar para promocionar
turísticamente esa preciosa tierra española. Por ejemplo, si en vez de en la
iglesia de su pueblo, la hubiera fotografiado en el puerto pesquero de
Barakaldo (antes Baracaldo), entonces hubiéramos tenido una estupenda imagen de
un magnífico conejo a la marinera, digno de la mejor sociedad gastronómica
vasca, tan machistas ellas.
Aunque pienso que para satisfacer ese deseo tan
abertzale de euskaldunizar España, podría haberla retratado en diversos
rincones patrios de indudable belleza. De haberlo hecho en la playa de la
Malvarrosa, en Valencia, hubiéramos tenido un sabroso arroz con conejo; o sobre
las ardientes y tórridas arenas de la playa de Maspalomas, al sur de Gran
Canaria, tendríamos un suculento conejo asado, con mojo picón, así picantito,
más caliente que el queso de un Sanjacobo...; y si la hubiera sacado con el
fondo de rocas retorcidas del Torcal,
admiraríamos un soberbio mollete de Antequera...Pero no. Tenía que ser
en el interior de una iglesia.
Pero lo mejor ha sido las declaraciones de alcalde
de Munitibar en las que dice no entender que se haya formado tanto revuelo por unas
fotos de nada, que el artista es transgresor, que es una novedosa expresión de
arte, rompedora, vanguardista, todo muy democrático, sostenible y republicano,
que es lo güay, y bla,bla,bla... Y mucho menos comprende el edil el fulminante comunicado
de repulsa del Obispo de Vizcaya calificando la acción de sacrilegio, ¿qué
esperaba el joío tonto, que el obispo hiciera un almanaque con la referida foto
y que lo repartiera por las parroquias de Euskalerría? Bravo por Monseñor Mario
Iceta. Rápido y sin complejos, que ya está bien.
También estoy echando en falta alguna declaración de
condena de las feministas de verdad, que las habrá, porque las de las tetas al
aire me malicio que estarán encantadas. No han dicho ni mú. Todas aquejadas del
síndrome de Belinda.
Pero esto nos está más que bien empleado por
cándidos y por consentir que en nuestros templos se permitan eventos impropios
a su naturaleza, como conciertos de dudosa religiosidad, conferencias, y actos que
desvirtúan el sentido de lugar de oración que deben tener; donde a menudo
entramos vestidos de mamarrachos sin rubor alguno, en bañador, en chanclas;
donde en celebraciones de postín se ven escotes de vértigo, y donde las visitas
turísticas va pudiendo con la visita de los fieles. Y no es cuestión de volver
al velo negro de blondas, ni a templos oscuros y lúgubres, ni a que se
interprete en ellos solo música medieval. No se trata de eso, no es eso. Pero
tampoco es esto.
Y esto nos
pasa por considerar y denominar arte a lo que solo es una irreverente grosería
que los católicos nos tragamos sin rechistar.
Yo retaría al retratista a que, para
internacionalizar su supuesta "expresión artística", hiciera lo
propio en una mezquita, pero no en la de Córdoba,¿eh?, que a ver cuándo nos
enteramos que es una catedral católica, sino en una mezquita fetén, fetén. Un suponé,
en la mezquita de Rabat y que pusiera a la modelo con el chumino mirando a la
Meca, después de haberse hecho la depilación brasileña (vamos España, a por el
mundial), y haberse dejado aquello como la cabeza de un cheroqui, o como la de Balotelli
¿a que no?
Por último, me asalta una duda: supongo que el
ayuntamiento de Munitibar, del que la señora esposa del retratista es
concejala, habrá librado ya la cantidad de dinero necesaria para la limpieza y desinfectación de la iglesia, porque después de que la modelo haya refregado la
chochá por los bancos, altares y la solería del templo, habría que darle un
fregaíto con Zotal, o con Míster Proper puro brillo con frescura de limón, más
que nada por el tufillo a marisco. Y por si las moscas...
Lo dicho, hubiera entendido esta estupidez en una
Munitibar de Zimbawe, o de Tubmuntú; pero no en la España del siglo XXI, en una
Europa de raíces cristianas que ni se inmuta cuando ve cómo profanan, y cada
vez más a menudo, los templos de la Iglesia. De la Iglesia Católica, por
supuesto, ahivalahostiapués; que en otras estos aguerridos gudaris del arte transgresor
no se atreven, ni por asomo.
Qué buenos y
qué tolerante somos... Y hay que ver el trabajito que me ha costado terminar este
artículo sin escribir la palabra co... que para eso me he criado en un colegio
de pago, ¡coño!
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