La Semana Santa tiene que estar enferma, muy enferma. Aunque aparente buen aspecto bajo el maquillaje de los estrenos, de los bordados, de los dorados, del brillo en la calle, algo debe tener que la está devorando por dentro. Por más que sea la fiesta popular por excelencia; a pesar de que haya lista de espera en muchas cuadrillas de costaleros; por más que las hermandades crezcan en muchos aspectos y tengan presencia y reconocimiento en la sociedad de nuestro tiempo, en su interior, en lo más esencial de su propio ser, las cofradías tal y como las hemos conocido hasta hace poco, están tocadas de muerte.
No puedo llegar a entender
que en una hermandad emergente, relativamente joven, y en la que el trabajo de
un hermano mayor (al que no tengo el gusto de conocer y le he tenido que poner
cara tras la noticia de su dimisión) ha empezado a dar sus frutos, haya tenido
que dejar su cargo presionado, según tengo entendido, por un grupo de hermanos
descontentos con su labor.
Vista desde fuera, cualquiera
(como es mi caso) ha podido ver en estos últimos cuatro años el florecimiento
de la hermandad de La Orden.
Ahora que la hermandad del
Perdón empezaba a tomar su rumbo, cuando hermandad y barrio empezaban a
identificarse; precisamente cuando en su aspecto material se iba abriendo
camino y los proyectos ilusionaban tanto a la hermandad como a toda la Semana
Santa de Huelva, súbitamente y sin que nadie lo esperara, todo se viene abajo.
Qué habrá llevado a un hermano
mayor del que todo el mundo habla bien, que ha demostrado solvencia, discreción
en su cargo, cuando aún no se había secado el agua bendita sobre el terciopelo
con la que habían rociado en su bendición el primer y más que correcto manto
bordado ofrendado a su dolorosa, al finalizar la función principal de instituto
se subiera al ambón de la parroquia y anunciara su dimisión.
Me hablan de presiones, de
golpes bajos, de acoso incluso a su entorno familiar…No me digan ustedes que no
son síntomas inequívocos de enfermedad, de la grave enfermedad que aqueja a las
cofradías.
Si es así, si es cierto que
esto ha provocado la dimisión del hermano mayor de la hermandad de La Orden, no
hace más que corroborar el concepto de hombre de bien que todo el mundo cofrade
onubense tiene de este señor, al que, repito, no tengo el honor de conocer. No
abundan quienes con el bagaje que este hombre tiene, anteponiendo su dignidad
ha dicho, y hecho, eso tan poco frecuente de “ya estoy yo en mi casa”. Y ahí se
quedan ustedes.
Contemplando este panorama,
cada vez me explico mejor que cueste tanto trabajo formar una junta de gobierno
en condiciones. Cada vez veo más claro que una persona honrada, con prestigio
personal y profesional no quiera ni a tiros formar parte de una junta de
gobierno y menos ser hermano mayor de ninguna hermandad. ¿Qué falta le hace?
¿Qué le puede aportar? ¿Por qué se va a exponer a que una jauría (normalmente
de inútiles) lo destroce a la primera de cambio y arrastre su nombre por el
fango? ¿Qué necesidad tienen? Y claro, así nos va.
Hoy conceptos como
excelencia, abnegación, discreción, no son valorados. Hoy cualquiera acodado en
cualquier barra de bar con cuatro descontentos forma un grupo capaz de
amargarle la existencia a cualquiera que presida una hermandad, por muy bien
que lo esté haciendo. Porque hoy la palabra hermano, en muchos círculos
cofrades, no tiene ningún valor. En cambio la prisa por llegar, las revanchas,
el oportunismo, la deslealtad son valores en alza.
Así, esta enfermedad poca o
ninguna cura puede tener. Y alejados del Evangelio y aplicando a las cofradías
los modelos de la sociedad y de la política actuales, que es lo que parece que
estamos haciendo, menos todavía.
Para arreglar este
desaguisado, para regenerar este mundo tan particular de las cofradías, no
habría más remedio que cascar algunos huevos para hacer la tortilla luego. Los
mismos huevos necesarios para dar un golpe encima de la mesa y acabar de una
bendita vez con esta forma de dañar a las cofradías por los que solo ven en
ella una meta para lograr no sé qué fines. Desde luego el del bien de la Semana
Santa seguro que no está entre ellos.
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