Lo escribo ahora que aún no se han celebrado las
elecciones y ni siquiera se sabe todavía a ciencia cierta el candidato o
candidatos que concurrirán en ellas. Encontrar a un cofrade con el perfil
idóneo para presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías de la Semana
Santa de la Ciudad de Huelva no debe ser muy difícil… Siempre y cuando
supiéramos qué es lo que queremos y qué deben ser las cofradías en el primer
tercio del siglo XXI.Y todavía más; si supiéramos el estilo de juego que
quisiera imprimir al grupo humano que acompañe a ese presidente, pues como en
el fútbol, el equipo es tan o más decisivo que el entrenador, digo que el
propio presidente.
El nuevo presidente, como un entrenador cualquiera que
se precie, deberá buscar un equipo que sepa resolver. Necesitará de un Sergio
Ramos que corrija a quién no hable el mismo idioma común, que llame a las cosas
por su verdadero nombre. Un poné, que sepa decir que las cofradías son Iglesia
de Dios en Huelva, y no otra cosa.
Deberá buscar a alguien que por supuesto juegue, que marque, un Cesc; pero al que
habría que recortarle su afición por sacar banderas particulares, es decir, a
todo aquel que mirara más por su propia
hermandad que por el conjunto de la Semana Santa. Que ejemplos hemos
tenido.
Le haría falta alguien que con humildad huyera de los
focos, del relumbrón; pero que hiciera su trabajo mejor que nadie, como un Iniesta
(de mi vida), y que discretamente, con su labor callada fuera capaz, por
ejemplo, de poner en orden una carrera oficial que no satisface a nadie y que
tendría muy fácil arreglo con un poco de buena voluntad y un mucho de
inteligencia para aunar criterios.
También algún cofrade que le ordenara el juego en el
campo y que supiera hacer grupo como Xabi Alonso, y que por primera vez en
nuestra vida fuéramos coordinados hacia un mismo fin común, que no debería ser
otro que el bien de las cofradías, sin personalismos, sin individualidades.
Debería buscar a alguien crucial para nuestros intereses,
un capitán carismático, un Casillas que
supiera parar los balonazos que desde tantos ángulos se dirigen a nuestra
portería y mantuviera a raya a los que se quieren beneficiar de las cofradías,
y hacer valer su peso específico ante algunos políticos que colocan a las
cofradías a la misma altura que el carnaval o un equipo de petanca, por lo
menos a la hora de la verdad, es decir, a la hora de la subvención, y no creo
yo que sea justo, equitativo, ni evidente. E incluso también a cierto sector
del clero onubense, haciéndole ver que las cofradías no son el enemigo, que ese
torrente de piedad popular debidamente encauzado supone (como siempre ha sido)
un patrimonio espiritual, tradicionalmente fiel y positivo para la Iglesia.
Ah, y algo tremendamente importante, buscar a una Sara
Carbonero, o a unos Manolos que supiera explicar a todos los medios por igual y
con transparencia cada decisión que tomara el Consejo, sin sesgos ni
maquiavélicas interpretaciones, y que consiguiera difundir los valores de
nuestra Semana Santa, que parece que últimamente solo se saca a la luz nuestras
miserias (las de unos más que las de otros) y encima hay quien gana dinero con
esto.
Necesitamos, nos urge un Vicente del Bosque que con su
seriedad (le perdonaríamos la cara de estaca) lograra elevar el tono, el
prestigio de la fiesta más participativa de la ciudad. Nos apremia alguien,
hombre de Iglesia a ser posible, que liderara el cambio definitivo que el Consejo
necesita como suma de nuestras cofradías, y que no caiga en la tentación de
hacer de este Consejo la cofradía número veintiséis.
O esto, o volveremos a las andadas de que otra vez nos echen para casa en cuartos de
final. No nos podemos permitir perder más el tiempo.
La afición, los cofrades estamos dispuestos a hacerle
la ola a quién lo consiga; e incluso cantar en vez de eso de “yo soy español”,
yo soy cofrade, sin complejos, con legítimo y sano orgullo. A ver quién se
anima. Ánimo y “a por ellos, oeeeee……”
PD: Como quiera que soy, más que ateo, agnóstico del
fútbol, no hubiera sido capaz de escribir este artículo sin la ayuda de mis
hijos, fervorosos forofos de la Selección Nacional Española (la Roja me suena a
señora mala, malísima para las cofradías y la Iglesia, y nunca la llamo así).
Ergo el mérito es de ellos.
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