El verano es también tiempo de Dios. Y es tiempo de
María. Es más, siempre es tiempo de honrar a María. Y casi más que en mayo, el
mes de Nuestra Señora por excelencia. Porque en verano la advocación de la
Virgen que no celebramos en agosto la celebramos en septiembre.
En este tiempo
estival por toda España, y más concretamente en nuestra diócesis, se suceden
las fiestas religiosas y populares en honor de multitud de bellísimos nombres
que para nosotros los creyentes son como una escala de piropos a la Virgen que
nos van acercando al cielo.
Nombres poéticos, teológicos, localistas, universales…
Y todos profundamente queridos por sus pueblos. Remedios, Milagros, Montemayor,
Angustias, Estrella, Socorro, Ángeles, Cala, Bella, Blanca, Clarines, Reposo,
Mayor Dolor, Mercedes, Valle, Puerto, Granada, Virtudes, Fuente, Pino, Carmen,
Luna, Luz, Prado, Flores…, puestos en nuestros labios son alabanzas a la Madre
de Dios, Madre nuestra y de la Iglesia. Y así, año tras año.
Pero hay para mí cada verano dos momentos que aguardo
con especial emoción, y devoción. Uno, el tercer domingo de agosto, cuando la
imagen procesional de la Virgen de la Cinta, la Virgen Chiquita, desciende de
su santuario de El Conquero buscando el corazón de la ciudad donde se
encontrará con la probada devoción de los onubenses los días de la novena. Y
otro, el último día del mes, cuando la Divina Pastora de Cantillana asciende a
la cima del risco, al trono de su Gloria para presidirlo como reina asunta al
cielo coronada de estrellas.
Pero este verano es especial, este año viviremos un
momento de difícil definición, este mes de agosto la Virgen del Rocío, como
cada siete años, irá a Almonte, apenas iniciado su Año Jubilar, pastoreando no
solo a los almonteños, sino a todo el pueblo de Dios rociero que en la noche
mágica de su solemne traslado alfombrará el viejo camino de Los Llanos por
donde pasará, ocultando su rostro hasta amanecer en el Chaparral, la Divina
Doncella Viajera.
¿Es o no es el verano tiempo propicio para honrar a la
Virgen? Seguro que no lo desaprovecharemos y nos veremos cualquiera de estos
días cerca de alguna imagen de nuestra devoción siguiendo sus pasos, peregrinando
con Ella, o formando parte de un apretado redil gobernados y guiados por su
celestial cayado.
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