Ayer, festividad de la Expectación de la Virgen,
pude comprobar que es verdad eso que se dice de que el tiempo también talla, y
con los buriles de la memoria, ese tiempo que en Ella nunca ha hecho mella, ha
ido perfilando minuto a minuto, día a día, la blanca belleza de efigie griega,
traslúcida, como del más exquisito y
raro mármol, de la Virgen del Rocío y Esperanza, que desde que surgiera de
pronto en nuestras vidas una tarde de enero de no importa ya cuántos años, no
ha hecho más que aumentar su hermosura.
Del color de su semblante de porcelana, tan
imposible de definir que ni en Sèvres, ni en Limoges, ni siquiera en la Cartuja
serían capaces de igualar, surge el fuego de su portentosa mirada, que no quema...
Pero tan difícil de sostener. No hay mirada tan penetrante, ni tan inquisidora,
ni al mismo tiempo tan amorosa como la de esta Torre de Marfil, como la de este
erguido faro cuya luz, emanada de sus ojos, alumbra el devenir y el camino de
la hermandad del Calvario. Su rostro, de un dolor limpio y sin almibarar,
desgarrado y directo, con pátina de luna , con veladuras de nácar, trasciende
de cánones blandos y al uso, no apto para cofrades principiantes, y nos
presenta el esplendor de su belleza sin retorcimientos en una radiante madurez.
Lirio de alabastro modelado con cinceles de besos. Ancla de sal. Franciscana
ternura.
¿Y el portento de sus manos? Patenas de loza que
parecen esperar que sobre ellas se posen las gotas de rocío que florecen en su
llanto, como gotas de cera sobre los pétalos de una rosa de cera rizada,
hermosa e inmensamente abierta. Palomas de cal con alas de espuma.
Y es verdad que el tiempo ha bruñido su belleza
porque el tiempo en la hermandad del Calvario es un valor en sí mismo. Aquí los
años se traducen en décadas. Una hermandad, joventodavía, ha logrado con la
dedicación y entrega de sus hermanos más que muchas otras que cuentan su
historia por siglos. Por eso han sabido rodear de detalles, de pequeños -
grandes detalles, unas veces bordados en oro, otras, primores de joyería, los
mejores tejidos, la más hermosa orfebrería, para que dispuestos por las
prodigiosas manos de quién la viste, nos ofrezcan cada preludio de la Navidad la belleza de esta Señora del Adviento, de
esta Reina de Pentecostés y podamos en su cercanía y al besar su mano empaparnos
con su Rocío y llenarnos de su Esperanza, en un templo, en una capilla
convertida por unos días en el regio palacio donde habita la belleza y la mejor
estética cofrade.
Por eso a mí me pasa en la calle del Calvario en
Huelva, como le pasaba al Padre Cué en la calle Pureza de Sevilla, que cada vez
que paso y entro en su capilla veo más bonita cada día a la Virgen silente del
Lunes Santo, a este Arca de Oro donde Huelva sabe que se guarda el tesoro de su
Rocío y el de la más certera Esperanza.
Regina Roris,
Spes et Mater Nostra , ora pro nobis pecatoribus.
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