Está clarísimo que si hubieran querido, esos hijos
de la gran puta señores que en la madrugada del pasado día cinco le metieron
fuego al templo de Santa Marina, en Sevilla, y que solo chamuscó las puertas de
la iglesia, a estas horas esa antigua joya gótico-mudéjar que cobija a la
hermandad de la Resurrección sería un montón de cenizas. Pero tranquilos que no,
que no era esa su aviesa intención. Solo la querían quemar..... un poquito. Gracias
a Dios, no ha pasado nada... O casi nada. Pero son ya muchas mijitas juntas que
van colmando el vaso de la paciencia.
Cuando pintarrajearon el azulejo de la Macarena, o
la puerta del Ángel; cuando aparecieron amenazas en la Magdalena, esas tan
simpáticas de "arderéis como en el 36"; o "la mejor iglesia es
la que arde", y sobre todo cuando agredieron a la mismísima imagen del
Señor del Gran Poder, desde todos los ángulos, desde dentro y desde fuera, se
pidió prudencia para no crear alarma social, y creo que juiciosa y
acertadamente. Pero todo va teniendo un límite. Ya se sabe: tacita a tacita...
Entiendo que recurrir a un discurso incendiario,
nunca mejor dicho, contra estos cabronazos lo único que puede llegar a
conseguir es cabrearte contigo mismo y más si se atiende a las declaraciones
tan comedidas y políticamente correctas realizadas por la prensa y máximos
responsables cofrades. Tan blanditas como inútiles. Tan prudentes como
ineficaces.
Que la prensa morada, el hermano mayor del
Resucitado, el presidente del consejo y el delegado del arzobispo para las
cofradías para condenar el atentado al sagrado recinto tengan que decir que no
se concibe este daño a una hermandad tan humilde y que está haciendo tantas
obras de caridad con los
necesitados del barrio, no es más que utilizar el lenguaje buenista que nos está llevando, por conciliadores, a situaciones como estas, como si a estos energúmenos les importara un carajo la labor social de las cofradías, como si esto que han hecho en Santa Marina pudiera estar justificado en hermandades mayores, o más antiguas, o menos solidarias.
necesitados del barrio, no es más que utilizar el lenguaje buenista que nos está llevando, por conciliadores, a situaciones como estas, como si a estos energúmenos les importara un carajo la labor social de las cofradías, como si esto que han hecho en Santa Marina pudiera estar justificado en hermandades mayores, o más antiguas, o menos solidarias.
Este terrorismo de baja intensidad, o dicho ya de
una vez y hablando claro, estos incipientes hechos guerracivilistas no se pueden
combatir ni frenar poniendo la otra mejilla ni con el sana, sana, culito de
rana de buenas y conciliadoras palabras. Ni eso, ni así (ni de ninguna otra
manera) la ley los van a detener.
Nosotros tenemos la razón, en esta película que se
está reponiendo ya demasiadas veces, como en sesión continua, se supone que nosotros
somos los buenos. Por eso me quedo perplejo cuando leo comentarios diciendo
literalmente que la causa de este atentado la tienen los políticos que
defienden la ley contra el aborto (sic), aunque esto del aborto en el
pensamiento cofrade también merecería un comentario aparte.... O porque la
Iglesia es para estos dementes, sean de la ideología que sean (aunque ellos
mismos se denominen de ultraizquierda) la causa de todos los males que azotan a
Andalucía, España y la Humanidad. Y he notado silencio, mucho silencio en las
redes sociales. ¿Se imaginan ustedes la que se hubiera liado, y con razón, si
esta puerta chamuscada hubiera sido las de la sede de un partido político, unos
más que otros; o peor aún, la de algún sindicato? Pero no, preferimos ignorar a la entidad que
más hace por los necesitados, como si no fuera con nosotros, ¿se imaginan el
grado de crueldad que hubiera alcanzado la actual crisis sin los comedores
sociales de la Iglesia? Aunque esto, al parecer, a nadie le importa, ni
nosotros mismos lo valoramos....
Pero claro hablamos de una iglesia, con minúscula,
la de Santa Marina; y de una Iglesia, con mayúsculas, la Católica, y desde
fuera de ella, y desde dentro, que es lo que más asombra y duele, se mira para
otro lado, se intenta, si no justificar (hasta ahí podríamos llegar) al menos
quitarle hierro al asunto, que en otros asuntos no se le quitaría. Y repito que
no es cuestión de levantarnos en armas (¿contra quién, si los de dentro a veces
somos peores, si hasta habrá alguno que piense que la iglesia se merece este
trato, que tampoco es para tanto, que no es para ponerse así?), ni de desmayarnos
como duquesas ofendidas. Pero al menos mostrar indignación con lenguaje claro y
contundente, y reconocer claramente al enemigo, que no tengo yo muy claro que
lo tengamos meridianamente claro.
Estas historias suenan a ya vividas, a ya leídas en
el magnífico libro de Nicolás Sala titulado "Sevilla en los tiempos de los
Anti-Dios", de encarecida e indispensable lectura para entender ciertos
paralelismos actuales. Esto vivido recuerda demasiado a historias contadas por
los abuelos; a bueno, sí, pero eran otros tiempos y ahora no ocurrirá nada. Aunque
esos mismos abuelos estén hartos de decirnos que por menos de esto se lio la
que se lio en el 36. Y nosotros, como tantas veces en cuestiones de defender a
la Iglesia, viéndolas venir...Y sin hacer nada contra estos que se autodenominan
adalides de la tolerancia (y algunos
cofrades hasta se lo creen).
Y lo siento por aquellos nostálgicos de otros
tiempos que les encantaría salir ametralladora en mano para empezar a arremeter
contra todo lo que se menee y lleve bandera tricolor, o roja, añejas de hoces, viejas
de martillos y renovadas, al parecer, en el reciente uso de latas de gasolina
para incendiar templos.
No se trata
de eso. El problema, el gran problema de España es la educación, mucho peor que
el estrictamente político, aunque tenga relación, educación que llevada al campo
de la religión se traduce en un odio ancestral a la Iglesia aventados en la
incultura impartida por un falso progresismo de filósofos con rastas y litronas
en la calle y de corbata y pantalón de pana con chaqueta de coderas en las
universidades, con nuestra indiferencia general, cuando no el aplauso, disimulado,
o no tan disimulado. Y estas agresiones a los templos son obra de cuatro
majarones criados en ese caldo de cultivo. Cuatro majarones..... de momento.
Leído esto, estáis en vuestro derecho de pensar que
este pensamiento está escrito con un lenguaje viejuno, carcamal, reaccionario,
clerical, por supuesto facha, beato, meapilas y todo lo que queráis. Pero es lo
que pienso y me remordería por dentro si me callase. Que ya está bueno lo
bueno, ¿o todavía no?
Y es que a veces se escribe con miedo. Porque Martin
Luther King tenía toda la razón cuando decía que para tener enemigos no hace
falta declarar ninguna guerra, solo basta con decir lo que se piensa. ¿A que
sí?
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