La Real Academia de la Lengua Española, esa que
"Limpia, fija y da esplendor" y que ya tiene admitido en el
diccionario el significado del verbo escrachar, cuya primera acepción significa
"romper, destruir, aplastar", para cuando vaya a aceptar el
sustantivo escrache, que no tardará, debería tener en cuenta una acepción
exclusiva de este neologismo para los cofrades que significaría: "acoso y
derribo por parte de un grupo más o
menos numeroso de hermanos a una junta
de gobierno legalmente establecida para que cambie por cojones (bueno, a la
fuerza) lo que legítimamente le corresponde elegir a esa junta en virtud de las
reglas por las que se rige una hermandad". Que eso, y no otra cosa, es lo
que ha hecho recientemente un grupo de costaleros de una hermandad de vísperas
de la Semana Santa de Sevilla, en la puerta de su casa de hermandad, con
pancartas y todo, al no gustarle a las criaturitas los capataces que la junta
había designado sustituyendo a los anteriores que eran buenísimos y estos unos
mataos. Ni más ni menos.
Ellos pensaron que si en Ucrania los grupos de
presión lograron cambiar el gobierno de un país, que si los del Racing de
Santander hicieron lo propio con su junta directiva, y en Madrid los de la
marea blanca consiguieron la dimisión del consejero de sanidad, por qué ellos
no iban a poder derrrocar a unos capataces.
Y aquí tenemos otra vez a las hermandades copiando
lo peor de la política de la calle. Además, ¿no ha dicho una jueza de Madrid
que el escrache en la mismísima puerta de la casa de la vicepresidenta del
gobierno de España es una forma de participación democrática? ¿Por qué va a ser
menos democrático hacerlo en la puerta
de una hermandad? Aquí , por lo visto, ya todo vale en el acoso y derribo al
poder legalmente establecido. Aunque yo mandaba a la puerta de esta señora,
por la mañana a la que toca el acordeón en la calle Concepción (¿verdad, Manolo
Domínguez?), y por la tarde a una banda de cornetas y tambores para que
ensayaran allí. Verás como cambiaba de opinión sobre el escrache.
Pero a lo que íbamos. Las juntas de gobierno, por
reglas, les asiste todo el derecho del mundo para poder nombrar para
los cargos de confianza a quienes crean más oportuno. Otra cosa es la
idoneidad o no de las personas elegidas; que el criterio sea el de la
excelencia o el amiguismo; que sea porque le arrimó un puñado de votos en las
últimas elecciones donde tantas fatiguitas y canguelo pasaron para ganar; o por
agradecer el favor de "haberse echao p'alante" y pagar ese inoportuno
gasto que se les presentó sin avisar. Da igual. Es legal. Les guste a los
hermanos o no les guste.
Lo que no pueden hacer los descontentos, por
muy cabreados que estén, es querer ganar
en la calle lo que no ganaron en las urnas, pretender que una hermandad se
gobierne bajo la influencia y al capricho de los grupo de presión de turno. ¿Ustedes se
imaginan si cada vez que a un grupo no les gustase las flores del paso, o cómo
esté vestida la Virgen, o el menú elegido por quién corresponda para la comida
de hermandad, o que el cabrón del fiscal no deje tocar esa marchita "toa
guapa" en esa esquina para llevarnos media hora en hacer la revirá, nos
fuéramos a manifestar delante de la casa hermandad?
Por encima de
una junta de gobierno solo está el cabildo general de hermanos, allí podrán
manifestar su parecer todo el que quiera. Pero no, no se usa para eso. Los
cabildos generales se utilizan hoy para lo mismo que se utilizan los grupos de
presión, para imponer por las bravas la voluntad de ese grupo, malmetiendo, abroncando,
amparándose en una masa generalmente inexperta, ajena y casi siempre alejada de
los problemas que se debaten y manipuladas por los que defienden otros
intereses, torpedeando a discreción a la junta de gobierno en ejercicio y enseñando
músculo para las próximas elecciones.
Porque en los
cabildos eso de "un hombre un voto" depende y para qué. Por ejemplo,
¿qué sabemos la mayoría de los mortales sobre técnicas de restauración de
imágenes?¿Cómo vamos a votar "democráticamente" al restaurador al que
confiarles nuestro mayor tesoro? Habría que formar una comisión de expertos
cuya opinión tuviera más peso que la
nuestra, ¿no? Pues igual para tantas otras cosa. La palabra democracia en las
cofradías debe tener un sentido más transcendente todavía que en la vida civil,
y que una mayoría inexperta no sea capaz de imponerse a una minoría ilustrada
en cualquier asunto.
Por eso no podemos intentar resolver los problemas
como se hace en política. A las cofradías, entre hermanos, se nos debe suponer
otra forma de actuar, otra manera de proceder. Desde luego las manifestaciones
vocingleras, la presión sin cuartel y hasta el escrache no creo que sea muy
cofrade, ni muy elegante, ni mucho menos fraterno. Amén de ilegal.
Si no gusta lo que hay, pues dentro de cuatro
añitos, se vota otra opción y santas pascuas, pero no este barriobajuneo que
estamos viendo.
Lo cierto y verdad es que el escrache ha irrumpido
con innegable éxito en este devaluado y depauperado mundo cofrade.
Curiosamente, la segunda acepción que el DRAE le da al verbo escrachar, es
"fotografiar a una persona", y con este episodio hay que ver lo bien
que hemos salido retratados los cofrades, qué nítidos, qué bien enfocados en
nuestro desenfoque de la realidad , en nuestro borregismo sindicalista de la coacción
y el piquete.
Cuando recientemente el Papa Francisco señalaba como causa de la destrucción de las
comunidades religiosas a la murmuraciones y la maledicencia, hablando en plata,
al mojarreo con mala leche al que tan aficionados somos los cofrades, yo le
añadiría también - con todo respeto, Santidad- la novelería del escrache, del escrache cofrade, claro está.....
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